Ya no recuerdo el primer día que me dije: “A partir de ahora, vas a ponerte a correr”. Han pasado muchos años y la memoria se va llenando de otras primeras veces más importantes que intento no olvidar. Creo que cogí unas zapatillas de deporte gastadas, salí a la calle y veinte minutos después mi cuerpo dijo basta. Pasaron los años entrenando distancias cada vez más largas. Mi cuerpo se iba acostumbrando al desgaste de las zapatillas sobre el asfalto, sobre las laderas de cualquier montaña no demasiado alta. Despertarse los domingos a las 7 de la mañana, comerse un plátano, una manzana, beber el zumo de naranja que no te entra en el cuerpo y salir hacia el sitio en dónde tocaba correr ese día. Siempre iba con mi hermano. Hubo una época en que casi no había fin de semana que no tuviésemos una carrera a la que ir. Siempre me acordaré de aquel diluvio en una carrera de montaña en el que los dos íbamos gritando como locos mientras bajábamos la montaña, lo empapados que quedamos, pero lo mucho que disfrutamos.
Y luego ha habido muchos sitios especiales y bonitos en los que he corrido. Donostia (seguramente uno de los paseos más bonito del mundo), cualquier carrera por Barcelona siempre te enseña rincones especiales de la ciudad, la media maratón de Madrid, las montañas italianas donde viven mis primas y mi tía, el paseo al borde del Atlántico entre Nigrán y Bayona (el verano del año 2009, cuando conocí por primera vez a los padres de Lorena).
Y ahora me toca correr por Australia. Con gafas de sol, con gorra y embadurnado de crema solar. El agujero de ozono de las antípodas te deja la cara repleta de todas las pecas que nunca te imaginaste tener. Ahora salgo a correr por Mawson Lakes y me puedo encontrar con pasajes como éste, pero hecho tanto de menos compartir risas y carreras con mi hermano que por eso hago mejores tiempos que allí, porque quiero acabar antes para ver si llega pronto el día que pueda volver a compartir carreras con él.
Homenajes “brotherianos” a parte, el sol australiano te deja la mollera aplatanada y la ducha que me espera a las 16:15 de la tarde no tiene más ganas de esperar. Me seco el sudor. Sudo y ningún ombligo me ha dicho nada. Los atletas madrugadores a las 6:45 am salen a correr por cualquier parque, paseo o montaña fría en España.
QUE CABRON BRO ME AS HECHO LLORAN....
ResponderEliminarRey sol, pon tu voz.
ResponderEliminarCayó la red que nos cubrió.
Rey sol, me entrego a ti.
Quebré el timón, no se seguir.
Rey sol, perdí mi tren por ser quien soy
y ver el mundo del revés.
Caí por crecer, callé por hablar.
Confundo el agua con la sal.
Aprendimos a mirar con la duda
entre los dedos y a tientas.
Descubrimos que al final,
las palabras que no existen
nos pueden salvar.
Probé a saltar sin red ni hogar.
No sé volver. No sé hacia a donde ni con quién.
Siembro minas en mi cuerpo y pólvora en la sien.
Rey sol, dime como arder.
Aprendimos a mirar con la duda
entre los dedos y a tientas.
Descubrimos que al final,
las palabras que no existen
nos pueden salvar... sin hablar.
Rey de corona rota
préstame un hilo de luz... ¡Voy a explotar!
Sólo quiero ir mas allá,
solo quiero que esta herida se prenda.
Ser el humo que al final,
escapó de lo que existe
por ver qué hay detrás,
más allá.
Me gustan los paisajes donde se vea el mar, mucho verde y un cielo azul.mami
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