25/02/11 Pareidolia en los sándwiches de jamón y queso

La hora punta de mi trabajo como amo de casa empieza a las 7:30 de la mañana. Bueno, en realidad a las 8:00 o 8:15, porque siempre me hago un poco el remolón. Lorena tiene permiso completo para hacerse la remolona hasta las 8:30, porque ella lo vale, y porque puede permitírselo. Ducha, ponerse cualquier cosa para estar guapa y a descubrir la cura del cáncer.

Mi trabajo es más pragmático para el estómago. Soy el camarero Sam para servir el desayuno del día a un precio irrisorio de sonrisa y palmadita en la espalda. Si me quieren dejar propina, con un beso soy feliz; abrazo y morreo con sabor a café con leche colma las expectativas. Si a todo eso, se le suma una sonrisa de Lorena y un guiño de ojos, el día empieza perfecto.

El protocolo para preparar el desayuno perfecto me lo guardo para mí, o para cuando alguno de vosotros quiera venir a visitarnos. Seguiré siendo el camarero Sam las próximas 1095 mañanas en Australia al mismo precio. Las propinas anteriormente indicadas se aplican sólo a la propietaria de mi corazón, con lo cual, en el momento que algún chico venga a casa y yo prepare el desayuno, con un “tío esto está muy rico”, me daré por satisfecho. Nada de morreos con sabor a café con leche o naranjas recién exprimidas.

Cada mañana me despierto con las mismas ganas de que el desayuno que hago sea el mejor del día. Con ese gran propósito y con la extraña sensación de que siempre hay algo que se ha disfrazado de otra cosa para confundirme. Eso de ver caras en la pica del lavabo o que las nubes sean la cara de la madre de Bambi, me llevan acompañando desde hace muchos años.

Resulta que para cualquier extraño comportamiento que tenga el ser humano, hay otro que ya le ha puesto un nombre. No sabía que eso de ver caras o formas familiares a todo lo que vemos se le llamaba: Pareidolia.

Definición Wikipedia:

La pareidolia (derivada etimológicamente del griego eidolon: "figura" o "imagen" y el prefijo para: "junto a" o "adjunta") es un fenómeno psicológico consistente en que un estímulo vago y aleatorio (habitualmente una imagen) es percibido erróneamente como una forma reconocible. Una explicación de este fenómeno conforme al funcionamiento del cerebro, es descrito por Jeff Hawkins en su teoría de memoria-predicción.

Después de la información del día, viene mi aventura con la pareidolia y los bocatas de jamón.

Entre los manjares que preparo cada mañana para mi famoso desayuno, están los sándwiches de jamón y queso. Lorena ha empezado a cansarse de comer cada día el mismo delicioso sándwich, así que me he tenido que reinventar y se me ha ocurrido hacerle formas diferentes para que sea más atractivos para ella.

El primer día corté de forma diagonal las puntas del pan y cree una magnífica casa de campo.

“Muy bonita la casita, y además está muy rica”, me dijo con cierta convicción.

Tenía que crear algo mejor, más sofisticado. El lago dónde se hacen los triatlones en South Australia era fácil de representar, pensé. Recortar los 4 bordes, ponerle un poco de pulpa de naranja que haría de boya en un lado y otra pulpa de naranja en la otra punta y ya tenía el circuito de natación de los triatlones en West Lakes. El color marrón del pan era perfecto. Pensé hacerlo, pero eso de poner trozos de naranja encima del pan no creo que le hiciese mucha gracia a Lorena.

Lo de dibujar la cara de Jesucristo, la de Homer Simpson o Angelina Jolie, también se me pasó por la cabeza, pero era un tema que ya estaba demasiado trillado, con lo cual lo descarté para dibujarlos en otros lugares.

En uno de esos momentos de lucidez que tiene cualquier genio de la cocina matutina, me vino a la cabeza crear sándwiches con la forma de países y jugar a adivinarlos cada mañana. Tenía claro que utilizar el cuchillo me iba a suponer un trabajo duro, con lo cual era mucho más sencillo empezar a darles mordiscos delicados y crear la forma del país deseado.

Así que antes de que Lorena llegase a la mesa del desayuno, yo me tenía que comer medio sándwich para crear el país deseado. Podía representar la bota de Italia, la isla de Japón, la gran Rusia, y sobre todo España o Australia. Empecé a morder el sándwich como si fuera un escultor esculpiendo mármol de Ferrara y dejé esta maravilla de la naturaleza culinaria.

Mi primera creación fue tan grande, que si giraba el plato, tenía la imagen de Australia. Había creado el sándwich con los dos países en el mismo bocadillo. “Tengo que dedicarme a esto”, pensé inmediatamente. Rizando el rizo, si giraba el bocata 180º podía ver perfectamente la forma de Estados Unidos. “Soy un genio de la creación de sándwich en forma de países, o de países en forma de sándwich”, qué más daba el orden de la frase.

Le enseñé a Lorena mi creación y me sonrió.

“Si neno, si está muy bien; pero llevas tres semanas haciendo países con los sándwiches y el día que me toca un país grande, vale; pero el día que me tuve que comer el sándwich de Andorra, qué.  O cuando hiciste Portugal junto a Galicia, y marcaste a Vigo con un trozo de pulpa de naranja. O cuando creaste las islas Griegas, que al final eran sólo un montón de migas de pan esparcidas por el plato. No es que no crea en tu talento, es que luego tengo hambre”, me soltó.

Con semejante argumento no podía debatir. Tenía que cambiar de estrategia.

“No, de estrategia no. Tenemos que cambiar de desayuno”, acaba de escribir Lorena.

Pues nada, que se va haciendo tarde para desayunar en España. Ya son las 8:30 de la mañana y tenéis que intentar crear un país con vuestro sándwich de jamón y queso, ya veréis que divertido es. Aquí, en la calurosa tarde Adelaidiana, a las 18:00 de la tarde, mi estómago se muere por un pedazo de Brasil, una parte del este norteamericano y un helado con forma de Dinamarca.