La cámara de fotos que nos va a robar un instante de nuestra vida, está apuntando todo el rato a una gallina amarilla de plástico. Tiene cara de pitar si le aprietas demasiado fuerte y no para de reír. Ese tipo de plástico amarillo suele funcionar así, como los patos de goma o los flotadores de los niños. Ahora busca el agujero que les da la vida y deshazlo. Se desinfla, se muere y cómo le explicas a tu hijo, que se va a tener que duchar ese día sin el pato de goma amarillo. Te odia el resto de su vida y tendrá pesadillas que le amargaran su infancia.
Yo lo tengo superado y me siento delante de la cámara de fotos. Sonrío con la boca abierta. Enseñando los dientes blancos. “Falta mucho”, voy pensando mientras la recepcionista me dice que cierre la boca. Intuyo que lo que realmente me ha dicho es que abra más la boca.
“Neno, que cierres la boca, te está diciendo”, Lorena siempre está atenta cuando un australiano me habla demasiado rápido.
Cierro la boca y la gallina amarilla se sigue riendo de mí.
“Ya te pillaré el próximo miércoles”.
Tres horas antes…
Dejó a Lorena en la puerta del trabajo. “A las once en punto, me pasas a recoger”, me dice, mientras sale pitando hacia el laboratorio.
Me quedan dos horas antes de pasarla a buscar. En ese tiempo puedo hacer muchas cosas:
La primera hora: salgo a correr, pongo una lavadora, me ducho, lavo los platos del desayuno, riego el jardín, recojo la ropa del tendal, cuelgo la ropa limpia, me vuelvo a duchar, publico la entrada en el blog de hace una semana, chafardeo lo que la gente hace en el Facebook. Miro el reloj. “Me queda una hora hasta las 11:00”. Tengo que hacer algo original. “Me voy a quedar mirando fijamente el reloj la siguiente hora”, diez segundos después tengo claro que muchas veces lo original está reñido con lo divertido.
11:10 am.
Lorena sale corriendo de la puerta del laboratorio. “Menuda mañana de trabajo que he tenido”, me dice al entrar al coche. Nos quedan 35 minutos para nuestro examen médico. Prospect Road se ha convertido en nuestra nueva arteria de comunicación con la gran ciudad. Se acabaron los semáforos eternos de Main North Road. El tiempo es oro.
Quince minutos antes de la foto…
“Tenéis los pasaportes”, nos pregunta la recepcionista 1. Los pasaportes, el formulario 26 A, el 47 B, la cartilla de vacunación de Lorena cuando era un bebé y mí aprobado en inglés, por si acaso.
“Con el pasaporte es suficiente”, apunta la recepcionista con sonrisa sarcástica.
Mientras esperamos que vaya introduciendo nuestros datos en el ordenador, la recepcionista 2 está hablando con un chino que hace dos horas que está allí y nadie le ha dicho nada. La recepcionista 2 le explica lentamente la situación.
“Resulta que tenías la primera cita la semana pasada, pero no viniste. Así, la visita de hoy, que era para recoger los resultados, no te sirve de nada, porque no tienes resultados. Porque resulta que no viniste la semana pasada. ¿Me entiendes?”, todo esto se lo ha dicho tan despacio y abriendo tanto la boca, que hasta yo la he entendido. El chino parece que no acaba de pillar qué ha hecho mal.
“Pero yo tenía cita hoy. Mira aquí”, le dice señalando el papel dónde debe poner que hoy tiene la cita.
“Es que…”, le cuenta otra vez el mismo rollo, rellenando en una hoja en blanco los espacios que faltan con las fechas y las horas bien claras. “No tener resultados. No poder recoger resultados hoy…”
“Chicos”, nos asusta nuestra recepcionista 1 en el mejor momento de la explicación de la recepcionista 2 al chino; “es el momento de la fotografía”.
5 minutos después de la fotografía.
Una enfermera vestida de ejecutiva agresiva nos llama por nuestros nombres. “Monera Duelez y Simule Corocoro”.
“Esos debemos ser nosotros”, le digo a Lorena sin titubear.
Miramos las hojas y efectivamente, somos nosotros.
Entramos en el centro médico propiamente dicho. La enfermera ejecutiva nos dice cómo va a ser el examen.
“Primero os metéis en el lavabo y hacéis pis en esos vasos de plástico. Luego salís y seguimos con el examen”.
Nos metemos cada uno en nuestro lavabo y procedemos. Yo esperaba el típico bote de orina con su tapón amarillo o rojo. No. Hay una pila de vasos de plástico que sirven para beber agua colocados en la esquina del lavabo. Como podéis ver en la fotografía, se trata de mear en ese vaso, dejarlo apoyado en posición vertical y esperar que la ventanita que hay en la pared se abra para que desaparezca el pis.
Alucino mientras me seco las manos y desaparece mi vaso recién meado por la pared.
Salimos del lavabo y empieza el examen médico.
5 minutos después de la meada…
El examen médico ha consistido en lo siguiente: Sentarse delante de un espejo en el que está reflejado una de esas tablas colgada en la pared, con las letras pequeñas para comprobar cómo está tu vista.
“Primero te tapas el ojo derecho y me dices la línea de letras más pequeñas que seas capaz de ver”, me dice la ejecutiva agresiva, de enfermera ya no le queda nada.
“ATCOLU”, le digo tapándome el ojo derecho.
“Y ahora te tapas el otro ojo y me lo repites”.
Al destaparme el ojo derecho, noto que veo un poco borroso. Igualmente me aventuro a decir lo que veo con un poco de dificultad.
“ELOCEN”, mirando la misma línea. Creo que no he acertado ninguna.
“Muy bien”, a la tipa no le importa lo más mínimo lo que acabo de decir.
Nos pesa, nos mide y nos lleva a la sala dónde nos van a sacar sangre.
“Muchas gracias”, se despide y nos vamos a por la sangre.
5 minutos antes de las 12:30…
La enfermera que nos va a sacar 5 mililitros de sangre nos pide que deletreemos nuestro nombre. Lorena deletrea el suyo sin ningún error. Cuando me toca a mí, me empiezo a acordar de mis problemas con el deletreo de las palabras en inglés. “S, E, L, “, la enfermera me va corrigiendo y Lorena, que está justo enfrente de mí, va moviendo los labios para decirme cómo se deletrea mi nombre.
“Son los nervios”, me excuso sin sentido.
Miro los labios de Lorena y acabo deletreando perfectamente mi nombre.
“Ahora os vais a hacer los Rayos X y ya está”, nos dice la enfermera de la sangre. Ésta sí que tenía pinta de enfermera, sin más.
12:45 en mi reloj…
Los rayos X que nos hicimos en septiembre del año pasado en Barcelona no sirven. Tenemos que volver a demostrar que no tenemos tuberculosis ni ninguna otra enfermedad haciéndonos otra radiografía.
“Te quitas la camiseta y esperas tu turno”, me dice una que pasaba por allí.
Yo le hago caso y espero sentado a que terminen de hacerle la fotografía interior a Lorena.
Mientras espero me entretengo leyendo el cartel que me avisa de que si estoy preñado no debo hacerme ninguna radiografía. Ha llegado un punto tal en éste examen médico que estoy por decirle a la chica que no sé realmente si estoy preñado. Cruzo los dedos para que no sea así y respiro hondo.
“No, respira hondo ahora”, me corrige la chica que pasaba por allí. Foto interior de mi pecho en rayos X y para casa.
El próximo miércoles tenemos que pasar a buscar los resultados. Miro de reojo a la gallina amarilla de plástico y le deseo que tenga un feliz día. Estar todo el día mirando una cámara de fotos no debe ser el mejor trabajo del mundo.
Tres días antes del examen médico…
“Acuérdate que este viernes tenemos el examen médico”, me dijo Lorena.
“A qué hora era”, le pregunté yo.
“11:45 en el 55 de Currie Street. Me imagino que será un examen médico completo”, soltó Lorena.
“Seguro. Aquí esto de los exámenes médicos debe estar súper bien controlado. Igual estamos un par de horas allí…”, dije yo.
“Me imagino que será completo completo, no como en España que te miran la vista, te pesan y te miden y ya está…”,
“Vamos, estamos en un país moderno. Los exámenes médicos serán de verdad”, sentencié yo.
Evidentemente, los exámenes médicos en Australia son igual de mierda que en España. Alguien debería regular eso de que en Barcelona por dos rayos X nos cobraran 300 euros, y aquí por mear en un bote de plástico, sacarnos un poco de sangre, pesarnos, medirnos y mirarnos la vista sin importarles si éramos ciegos o no, nos hayan cobrado más de 600 dólares.
Hoy paso de dar la hora ni de España ni de Australia, que me tienen contento. Son las 4:52 am en Buenos Aires y en Beijing son las 15:52 pm. Que el pobre chino seguro que todavía no sabe que para ir a buscar unos resultados primero tiene que hacerse las pruebas, aunque sea esta porquería de examen médico.
Quiero aclarar que el pollo amarillo no mira a la cámara, está al lado de la cámara mirando a la persona que va a ser fotografiada... presumiblemente para que sonría. Lo extraño es que cuando estábamos sentados delante de la cámara, sonriéndole al pollo, la administrativa de turno con cara de no comer allbran nos ha exhortado a cada uno "cierra la boca!"
ResponderEliminarMorena Duelez vaya cara de acojone tienes....tan fea era la nurse o que.
ResponderEliminar300 dolars for this shit....VIVA AUSTRALIA!!!pues una revision de verdad cuanto??.....
ResponderEliminarPor cierto lo de los vasos da mucha cosica no!?
ResponderEliminarSAM eso para que nos quejemos de la seguridad social de españa y aparte que las enfermeras son mas guapas casitodas y algo mas eficientes
ResponderEliminarbesos para los dos
ADIOSSSSSS