Llevo vestido de verano desde abril del año pasado, así que pronto voy a tener complejo de guitarrista de AC/DC y voy a ir por la calle como un colegial. Con los pantalones cortos, los calcetines hasta las rodillas y dando saltitos a la pata coja, como si llevase una guitarra al ristre haciendo punteos al aire con mi guitarra invisible. Los AC/DC son australianos y empezaron su andadura musical a 30 kilómetros de aquí, aunque las crónicas de cualquier periódico diga que son oriundos de Sídney, ellos realmente empezaron en Elizabeth, donde también está la fábrica de automóviles Holden, la que en Europa todos conocemos como Opel.
Tengo que evitar que la influencia rockera de estos australianos me convierta en uno de esos tipos que pasean por las calles de Adelaide con pantalones cortos por encima de las rodillas. No hay nada más horroroso en un hombre que eso. “Llevar pantalones cortos por encima de la rodilla en un hombre debería estar prohibido”, sentencia la parte estética de mi cerebro.
Que las chicas lleven minifaldas justo a ras de césped, no es algo que me importe demasiado. Incluso Lorena me ha avisado en más de una vez que mire el culo de alguna chica que pasaba por nuestro lado. “Mira la minifalda que lleva aquella, si es que se le ve el culo”. Y cuando tu mujer te dice que le mires el culo a una chica, no la puedes contradecir. Jamás.
Pero a mí lo que realmente me preocupa es tener que volver a llevar calcetines. Mi relación con ellos nunca fue demasiado buena. Me cuesta encontrar la pareja cuando los descuelgo del tendal, los dejo llenos de agujeros o lo que es peor, pierdo uno de la pareja y se quedan hundidos en el fondo del cajón, solitarios, tristes, abatidos.
La gente pasa a la historia de la humanidad por diferentes historias que pasan de generación a generación. A Bill Clinton siempre se le recordará por lo que hizo con su becaria, a Mandela por estar encerrado 27 años en la cárcel, y yo lo haré por la historia del calcetín en el autobús o por las inyecciones y dónde están las mujeres (pero esa ya os la contaré otro día).
Flashback: La historia del calcetín dentro del autobús.
Mi primer trabajo estaba a 30 minutos de casa. Tenía que coger el autobús número 7 al principio de su recorrido y pararme en la otra punta de la ciudad. No había otra opción. No tenía moto, ni coche y por aquel entonces todavía no había aprendido a ir en bicicleta. Ese día me subí al autobús como cada mañana. Era siempre el primero. Avanzaba por el pasillo estrecho del autobús y me sentaba en las últimas filas. La gente empezaba a subirse al autobús en las siguientes paradas. Recuerdo que ese día me había vestido rápido: vaqueros, camiseta y a correr, que tenía mucho sueño. En la primera parada siempre se subían un par de cotorras que no dejaban de hablar en todo el trayecto. Una de ellas vio algo extraño en el pasillo.
“Huy, mira, un calcetín en medio del pasillo. De verdad, que como está la gente, que se va dejando los calcetines por ahí tirados”, dijo la cotorra 1. La cotorra 2 le debió contestar algo parecido, pero yo ya había desconectado y me fijé en el calcetín.
Negro, arrugado, triste en medio del autobús. “Pues sí, la cotorra tiene razón: Vaya tela con la gente que deja los calcetines por ahí”, pensé yo. El autobús seguía recogiendo gente en cada parada. Cada persona que subía se fijaba en el calcetín. Algunos le daban una patadita, otros lo evitaban tocar; la mayoría negaba con la cabeza dando a entender que esas cosas no debían estar allí. Media hora después del inicio de mi viaje al trabajo, tocaba bajarme del autobús. Apreté el botón para solicitar mi parada y me acerqué hasta la puerta de salida. El calcetín después de tantas patadas y movimientos, se había colocado también en la puerta de salida. El último semáforo antes de mi parada estaba en rojo. El calcetín estaba justo al lado de mi pie derecho. Miré al suelo y empezó a resultarme familiar. “No me jodas que…”, pensé, justo en el momento en que el semáforo se puso verde y noté que del bajo de mi pantalón vaquero asomaba algo negro. Una bola arrugada que estaba a punto de caerse al suelo. La puerta del autobús se abrió en ese mismo instante. Todavía quedaba gente dentro del autobús. Las dos cotorras seguían hablando del precio de las mandarinas o de las piruetas que eran capaces de hacer sus respectivos nietos. Yo empecé a quedarme pálido. “No me jodas que el calcetín es mío”, me dije disimulando, mientras salía del autobús con la pelota arrugada cayéndose a la carretera. Me agaché a recogerla. Efectivamente era el calcetín. La puerta del autobús se cerró y mi otro calcetín se quedó desamparado mirándome fijamente a los ojos. “Pedazo de cabrón, acabas de romper una bonita historia de amor”, parecía que me estaba diciendo el calcetín que se quedó atrapado dentro del autobús. Mientras se alejaba el autobús, yo me quedé mirándolo absorto, con el otro calcetín en la mano. “Y ahora qué coño hago con éste”, me pregunté. Me lo metí en el bolsillo y esperé que a la mañana siguiente, el otro calcetín todavía estuviese allí. Por supuesto, cuando llegó el día siguiente, el calcetín ya no estaba dentro del autobús.
La vida desparejada de mis calcetines tendría muchas páginas que escribir en mi contra. Es hora de recoger la ropa que está colgada en el tendal de casa. Hay tres pares de calcetines de Lorena perfectamente emparejados y dos pares de calcetines blancos míos. Los recojo con cuidado y los guardo en su cajón correspondiente. Todavía no he perdido ningún calcetín en Australia porque seguimos estando en verano. En el momento en que me tenga que empezar a poner zapatos cerrados, los calcetines de mi cajón van a empezar a temblar.
Son las 13:08 en otro día de verano australiano y las cotorras del autobús número 7 de Mataró seguirán hablando y hablando aunque allí sólo sean las 3:39 de la madrugada.
Esta siempre sera tu anecdota bro,vivira contigo para siempre.
ResponderEliminarjoder pues que suerte ir desde abril en plan veraneo,aqui hay unas ganas de dejar las bambas en el armario que no veas
ResponderEliminarhola sam yo como lla dije aller me boy a enganchar si puedo cada dia para intentar poner algo para que sepais que estamos con bosotros siempre un abrazo muy grande para los dos
ResponderEliminarchaoooooooooooooooo besos
Hola Sam un comentario mas la mama se ha reido mucho al leer la historia del calcetin poque se acordaba de ella y asido muy graciosa besos y abrazos
ResponderEliminarPués si que suerte que aún esteis de verano, aqui no para de llover!!!Vaya tiempo más depresivoo!! que llegue ya el verano aquiiii..:D ... mmuuuaaaccccc
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