Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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lunes, 21 de marzo de 2011

14/03/11 El tiburón blanco nunca estuvo aquí

Según los científicos australianos, tienes una posibilidad entre 10 millones de que dos tiburones blancos te ataquen a la vez, te arranquen de cuajo en dos y mientras uno se queda con la parte de arriba de tu cuerpo, el otro juega con tus piernas. Cuando las estadísticas fallan la realidad se viene abajo. Porque eso le pasó hace un par de semanas a un submarinista de South Australia en una playa cerca de aquí. La noticia fue portada en los principales periódicos nacionales y el cuerpo del submarinista nunca fue encontrado.
Lorena ha comprado un candado de acero indestructible, ha encadenado su equipo de submarinismo y ha lanzado la llave al lavabo de invitados.
“Pero eso no nos va a pasar a nosotros”, le dije yo haciéndome el valiente.
“Ahora seguro que no”.
Antes de que tire de la cisterna, meto las manos en el retrete y saco las llaves del candado. Las guardo en lugar seguro y espero que ese miedo racional se pase. Las manos se me han quedado azules, porque utilizamos unas pastillas anti bacterias que son muy potentes, pero esta parte del relato carece de importancia. Yo quería hablar de tiburones blancos que se comen a submarinistas que siempre visten de negro.

Los tiburones son animales familiares que se piensan mucho eso de comerse a humanos. El sabor de nuestra carne no les parece la más sabrosa del fondo del mar, pero a veces suceden esas cosas. Se les va la cabeza o han tenido un mal día y se comen al primero que se cruza por su camino. Esta podría ser la historia de una familia de tiburones blancos si yo no fuese un submarinista vestido de negro

Las mejores familias siempre tienen 5 miembros. 5 aletas en la parte superior del cuerpo y 2 aletas pectorales en la parte delantera en cada uno de ellos. 5 colas  y un montón de dientes afilados en cada boca. Esta familia perfecta de tiburones blancos se ha mudado hace unos meses a una playa tranquila de South Australia y no tienen intención de marcharse de aquí.
El padre Dad White Shark se pasa el día admirando el fondo marino, los corales, las colas de las Sirenas arrastradas desde la isla donde Ulises perdió el norte. “Algún día vendrá hacia aquí la parte interesante de esta especie rara de pez”, suele pensar.
La madre Mum White Shark se dedica a buscar la comida para la familia. Empieza a estar cansada de tanta responsabilidad sin compartir y sólo cuando mira hacia los tres pequeños Sharkis, su aleta principal se pone de punta.
La mañana del ataque al submarinista que siempre vestía de negro, quedó con una amiga del barrio.
“Nos vemos en la puerta del mercado de abasto, que tengo a los pequeños en fase de crecimiento”, le dijo a su amiga.
“Como cada día”, le contestó otra White Shark.
La desidia de la rutina vuelve loco a los tiburones. Otra mirada al padre de familia y la mente corre hacia estímulos que le despierten del aburrimiento. 

Puerta de abastos, la conversación antes del ataque:
“Estoy harta de ésta vida, siempre somos nosotras las que tenemos que llevar esto hacia adelante. Mi marido se pasa el día estirado en el fondo del mar viendo las olas pasar, el cambio de color de los rodaballos o las piruetas de los caballitos; es un puto suplicio de aburrimiento”
“No hace falta que me lo digas. El mío es igual. Llevo días con ganas de hacer alguna locura. No aguanto más”.
“Ni yo. Creo que hoy alguien no va a tener un buen día”, sentencia final de Mum White Shark, mirada profunda y música de violín in crescendo. El “nino nino” de la película de Spielberg suena en el fondo del Océano Índico.

La vida tiene éstas peculiaridades. El submarinista que siempre vestía de negro estaba a punto de subir a la superficie del barco que le iba a llevar de regreso a casa, cuando Mum White Shark y su amiga del mercado de abasto, decidieron que ese día iba a ser diferente. Destrozan una familia y el cuerpo del submarinista que nunca volverá a vestir de negro.
Mum White Shark llega a casa como si no hubiese pasado nada, con la adrenalina recorriendo cada surco del papel de lija que son sus escamas. Esa maldita aventura le da un mes extra de diversión, va a continuar siendo la que suministra el alimento a la familia, pero el aburrimiento de su matrimonio marino se va a olvidar de momento.

Luego la Tierra tiene sus momentos de pánico y le da por crujir en la intersección de las tres placas tectónicas en dónde la isla de Japón tiene su base de operaciones. “Te damos 130 kilómetros de ventaja y tienes tiempo de elegir un recuerdo que te va a acompañar para siempre”. La Tierra no habla con las personas, se lo cuenta a la familia White Shark y les avisa. “Vais a coger la ola más grande que os podáis imaginar y vais a estar en menos de un día nadando en la otra punta del mundo”.
Abren la boca cuando tienen hambre y se dejan llevar. Son como surfistas sin tablas de planchar encima de sus pies. Se dejan llevar por la naturaleza y empezaran una nueva vida en cualquier playa del Mar Mediterráneo. Volverán a asustar a submarinistas vestidos de negro cuando la desidia les coma la cabeza, y la gente no se imaginará que lo que les falta es algo de emoción en sus vidas.

Son las 21:40 de la noche en Japón y otra familia de White Shark se ha quedado sin uno de sus integrantes. La aleta de tiburón que está girando en la olla fue cazada ayer en mares cálidos del sur de Australia. Una familia acomodada del centro de Tokio, se la está cenando. El pequeño apartamento tiene grietas en la pared de la última sacudida de la Tierra. 8.9 grados más o menos y la naturaleza vuelve a llamar a la puerta del siguiente sacrificado. Al final todo se transforma, todo se comunica en un punto indeterminado en el que nadie sabe dónde irá a caer la próxima vez.

4 comentarios:

  1. Que bueno el nino nino.....le seguiria el tiriri,tiriri....no!?

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  2. sam creo que LORENA izo bien en guardar el traje de buceador pero tu estubiste al quite para cojer las llabes de todas maneras tener cuidado con esos bichos tan grandes que no creo que sean muy buenos amigos besos para los dos
    AAAADIOS CHAOOOO

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  3. Parece que vivir en esos lugares, tiene grandes peligros.Me gustaría que lorena no se arriesgue la vida con el sumarinismo,en esas aguas tan peligrosas, un besote mami

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  4. Viejo estas hablando de seres humanos y pareciera que lo rebajas a un cliche cinematografico, espero que este post no lo lea nunca una familia que haya perdido a alguien en las fauces de los tiburones

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