Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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domingo, 10 de abril de 2011

03/04/11 Jesucristo juega a la oca

Los fines de semana se parecen cada vez más al juego de la oca: de fiesta en fiesta y tiro porque me toca. Ayer la despedida de Gabor y hoy otra vez la fiesta de mi cumpleaños. El que será recordado como el  más largo de la historia. Empezó hace 8 días y todavía sigo celebrándolo. Para amenizar el desayuno de hoy, vamos a jugar a la oca.
Cojo el dado y lo lanzo contra la mesa de la cocina. Sale un cinco. “De oca a oca y tiro porque me toca”. No se puede tener más suerte. Avanzo hasta la casilla 9 y vuelvo a tirar. Si sale otro cinco vuelvo a caer en la oca (fiesta) y avanzo hasta la casilla 18. Lorena se aburre mientras unta la tostada con mantequilla salada.
“Neno, que los demás también juegan”, me suelta con el cuchillo en la mano.
“Es la suerte del que cumple años”, le digo mientras sale otra vez 5. “Es que es mi número”. Si saco un tres me tocan la casilla de los dados. “De dado a dado y me cuelo por tu tejado”, o algo así. Las rimas de éste tipo de juegos parecen inventadas por Gloria Fuertes (RIP). Homenaje a Gloria.

La Gallinita:
“La gallinita,
en el gallinero,
dice a su amiga
cuánto te quiero.
Gallinita rubia
llorará luego,
ahora canta:
aquí te espero...
Aquí te espero,
poniendo un huevo,
me dio la tos
y puse dos.

No creo que haya en el mundo un poema tan hipnótico y profundo como éste.
Me paso el desayuno sacando el número exacto que me lleva hasta la siguiente oca (fiesta) o dados o puente que me cruza la corriente; evito la calavera y me llevo la partida en 5 lanzamientos. Como premio: vuelvo a celebrar mi cumpleaños. “Sin pastel ni velas, que ya hace más de una semana que llegué a los…”,  en puntos suspensivos, porque llegados a una edad, un caballero tiene que mantener la compostura.

Antes de la fiesta toca entreno en bicicleta. Hay que quemar todas las calorías posibles, para que después podamos comer más. Ese el verdadero pensamiento de un deportista. Los ciclistas que salen cada fin de semana por cualquier carretera del mundo no lo hacen por amor al deporte; lo hacen para poderse comer el desayuno completo del restaurante de turno. ¿Cuántos ciclistas con barrigas enormes te puedes llegar a cruzar un sábado o domingo por la mañana? Aunque ninguno sea negro.
En mi entreno de hoy he conseguido ir en la bicicleta sin poner las manos en el manillar. Dicho así parece algo trivial y sencillo, pero a mí siempre me ha parecido algo imposible de hacer. Pedalear sin cogerme al manillar era de las cosas más difícil del mundo; al mismo nivel que doblar la sábana bajera de la cama (cosa que me está enseñando a hacer Lorena), o saber cuándo tengo que decir “What the hell!”
Después de quemar 527 calorías sobre la bicicleta sin cogerme al manillar, nos tocaba preparar la comida para la cena de ésta noche. Lorena y yo formamos un equipo tan conjuntado en cualquier aspecto de la vida, que terminamos de preparar las ensaladas, el adobo de la carne, de cortar la fruta en dados para después cubrirlos de chocolate fundido, de colocar platos, vasos  y demás, una hora antes de que empiecen a llegar nuestros invitados. 
Nos sentamos en el sofá y me da por pensar que al final no va a venir nadie. Que mi cumpleaños ya pasó hace más de una semana y Lorena me ha preparado ésta fiesta sorpresa.
“¡Sorpresa! No va a venir nadie; pero somos capaces de preparar todo esto en menos de una hora. ¿No te sientes orgulloso? Ahora lo guardamos todo en la nevera y ya está, esta era tu sorpresa”, eso es lo que pienso que va a decirme Lorena de un momento a otro, pero justo cuando estoy a punto de preguntarle si no va a venir nadie, llaman a la puerta. Los chicos no nos han fallado y ya están todos aquí. Mel, Tom, Luca, Muireann, Jarrad, Regis, y más tarde vendrán nuestros amigos argentinos Maxi y Mariana. El grupo completo, y nosotros felices de tenerlos en casa.
La barbacoa está a punto. No he hablado mucho de ella, pero hoy va a ser parte importante de nuestra cena. Encenderla. Calentar la superficie. Colocar la carne encima y que se vaya haciendo lentamente. Lo que viene siendo el trabajo duro de una barbacoa que hoy también ha funcionado como estufa. El otoño australiano ya ha llegado. Hay que ponerse chaquetas, abrigos y demás capas de ropa para no congelarse en el jardín.

Después de embadurnar trozos de naranja, kiwi, plátano y uvas en chocolate deshecho, es el momento de jugar. Tenemos barajas de carta para volver a jugar a “coge una carta y bebe…en mi culo”, pero preferimos no hacernos alcohólicos y tener que acabar dentro de un centro de rehabilitación, sentados en una silla y levantarnos cuando sea nuestro turno para decir:
“Hola, me llamo Sam y soy alcohólico…anónimo no, porque me acabo de presentar. Sólo alcohólico, por culpa de un juego de cartas en dónde uno coge una carta y entonces…”
“Muy bien Sam, ya. Aquí de lo que se trata es de decir “hola y tu nombre”. Nada más. O has visto en alguna película que alguien diga algo más. Vamos, siéntate y deja hablar a tu compañero de tu derecha”.

No quiero terminar de esa manera. Así que el juego de hoy va a ser mucho más instructivo.
“Qué personaje famoso soy yo”. Este juego trata de que tu compañero de la derecha escriba un personaje famoso en un trozo de papel y te lo pegue en la frente. El nombre que tienes pegado en tu frente eres tú. Los demás verán quién eres, pero tú no sabes quién eres. Explicado así parece que necesito una sesión más de “Alcohólicos Anónimos”, pero espero que la esencia del juego la hayáis pillado. Tienes que ir haciendo preguntas a los demás sobre tu personaje para adivinar quién eres. Sobre ti. Con un ejemplo siempre se entiende mejor
“¿Soy un hombre?”,
“Si”.
“Soy Adolf Hitler”.
“Coño, cómo lo sabes. Sí, sí, te adivinaste y has ganado el juego”.
De ésta manera adivinas quién eres tú en una sola pregunta, cosa realmente difícil. Lo normal es ir haciendo preguntas y fallar. Cuando aciertas, sigues preguntando; si fallas, pasa tu turno.
“¿Estoy vivo?”
“No”.  Le toca el turno al siguiente.
Mi personaje ocupa toda mi frente. Lorena me rapó el otro día los cinco pelos que me hacían de cresta y ahora tengo más espacio para mí mismo.
“¿Soy un artista?”,
“No”.
Mierda. Sólo acerté que era un hombre, con lo cual estoy bastante perdido. El resto de personajes van despegándose de la frente de los demás. Me estoy quedando el ultimo en adivinar quién soy. En la mesa del jardín estamos sentados: Sarkozy, Homer Simpson, Barbie, Lady Gaga, el Che Guevara (Lorena), Hitler, Spok (de Star Trek), Mick Jaguer y yo. Que todavía no sé quién soy.
“¿Soy del siglo XX?”
“No”.
Otra vuelta sin acertar. “Mi personaje debe ser un desconocido que sólo conocen cuatro gatos”, voy pensando.
“¿Han hecho películas sobre mí?”
“Sí”, contestan todos.
“Bueno, eso está bien”, digo, mientras pienso la siguiente pregunta.
“¿Soy un artista?”,
“Que ya te dijimos que no”.
Los demás no se apiadan del anciano del grupo. Soy el mayor y exijo un poco de condescendencia.
“Venga, otra pregunta, que estás mayor”, terminan dejándome preguntar otra vez. Ser el viejuno tiene sus ventajas.
“¿Soy un rey?”, afino la puntería.
“Bueno, una especie de rey”, me contestan.
Enseguida me viene a la cabeza el Rey de España, pero hasta lo que sé, sigue vivo y pertenece al siglo XX. Aunque últimamente no haya tenido noticias suyas.
Me voy por las ramas preguntando si he sido rey en Europa, América o cualquier otro continente. No tengo suerte. El resto de la mesa ya ha adivinado su personaje y sólo yo  tengo la frente tapada con un papel. Por un momento pienso en no adivinarlo nunca. De esa original manera tendría parte de mis entradas tapadas, pero hay que terminar el juego.
“Venga, qué tú lo sabes todo y seguro que te adivinas”, me dicen en forma de pista.
“Soy Dios”. No puede ser. Después de tantos encuentros con dioses falsos, al final me he convertido yo  mismo en Dios.
“Bueno, eres Jesucristo; casi podemos dártelo por válido”. 
 
Me despego el papel y allí estoy, siendo Jesucristo el día de mi cumpleaños. Tengo que obrar de la misma forma que hizo él. No sé por qué motivo me viene a la cabeza el pobre Lázaro.
“Lázaro, levántate y anda, que son más de las doce de la noche y mañana el Che y yo tenemos que madrugar”.
Como hijo de Dios que soy, el resto de comensales de la cena de mi cumpleaños me hacen caso, se levantan y se van. Antes nos tomamos unas cuantas Coopers más; Hitler y Homer Simpson se terminan una botella de Chivas de 12 años. Lady Gaga quiere adoptar hijos en vez de tenerlos de forma natural. Mick Jagger juega muy bien a la petanca y Sarkozy le quita la piel a las alitas de pollo que salen de la barbacoa antes de comérselas. Barbie y Spok se marchan juntos de la fiesta como dos enamorados. El Che Guevara, que siempre fue guapo, hoy brilla más que ningún día, y yo, como creador de todo esto, me despido hasta mañana. Si Dios (yo) quiere.

2 comentarios:

  1. HOLA SAM tendrias que dejar de celebrar tu cumpleaños porque pronto hara un mes que estas celebrandolo-Y tu que decias que no te gustaba el numero 5 mira si te da suerte -y aparte teniendo esa pedazo de cocinera ya puedes hacer kilometros con la bici y sin manos en el manillar eso es por lo bien que te cuida LORENA-savia decision el cambio de juego-y tu personaje de mucha altura
    BESOS PARA LOS DOS CHAOOO

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  2. Difícil de acertar el personaje, me gusta lorena con su mandil, la comida apetece comérsela.mami

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