Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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sábado, 2 de abril de 2011

26/03/11 La fiesta del No

Esta noche no vamos a celebrar la fiesta de despedida de Celine, que se marcha al día siguiente a París. Tampoco va a ser la fiesta de inauguración de la nueva casa de Jarrad y Muireann, a la que se mudaron hace una semana. Y por supuesto tampoco va a ser mi fiesta de cumpleaños, que será dentro de tres días. Esta noche nos juntamos para no celebrar todas esas cosas y hemos montado la fiesta del NO. Es viernes, se acaba el buen tiempo y tenemos ganas de fiesta.
Pero la fiesta del No empezó hace unos días, cuando fui a comprar una bandera australiana para que Celine se llevase un recuerdo de aquí.
“Queremos poner un montón de fotos nuestras encima de una bandera australiana, y nadie puede ir a comprarla…”, Lorena me lo dijo con sonrisa pícara y yo, que lo entendí a la primera, me hice de rogar.
“¿Y?”, solté sin más, yendo de camino a la ciudad.
“Pues que los demás no pueden ir a comprarla: están todos ocupados, y la necesitamos ya…”, otra mirada sensual y arrebatadora.
“¿Y?”, le digo, alargando la agonía de saber que me tocará ir a mí.
“Coño, que si puedes ir tú a comprarla, que los demás no podemos”, Lorena se deja de miradas sensuales y va al grano. “Va, por favor”.
“Vale, vale, si ya lo había pillado…me hacía un poco de rogar”.

Bandera australiana. Tamaño póster. A cualquier precio. Ese era mi trabajo para la tarde del miércoles. 
Me acerco a una tienda de souvenirs que hay cerca de la estación de trenes. “En venta”, pone el letrero de la entrada. “Creo que hace mucho tiempo que no me paseo por la ciudad”, voy pensando mientras busco una tienda dónde vendan banderas australianas. Una tienda de una pareja de chinos simpáticos es mi siguiente parada. Entro y busco la bandera. Veo una colgada en la pared. Definitivamente éste es mi sitio.
“Hola, quiero una de esas banderas australianas”, le digo a la vendedora señalando la bandera con el dedo.
“Oh, por qué todo el mundo compra banderas australianas hoy, ¿estáis de fiesta los australianos”, me suelta la china sin más.
En ese momento me siento feliz. La vendedora se ha pensado que soy australiano y la maquinaria cerebral se une en un sólo propósito. Ser australiano al 100%.
“Es que hoy celebramos la independencia del Reino Unido”, el guionista de mi vida toma el mando de las neuronas.
“Oh, sí, ya decía yo, que todos comprar banderas hoy”, dice en plan indio.
“Si, si, hoy los australianos vamos a celebrarlo por todo lo alto. Vamos a poner nuestra bandera en la puerta de casa para demostrar que somos una nueva nación”, le suelto.
“Oh…”, la china empieza a alucinar.
“En realidad, la ponemos en la puerta para quemarla después. A las doce de la noche, descolgaremos la bandera de la puerta para quemarla. Quemar nuestro pasado de sumisión con los británicos. A partir de mañana, cambiaremos ésta bandera por la antigua bandera de los aborígenes. La que es negra, roja y amarilla”, interiormente le doy un aprobado al monólogo creado por mi guionista.
“Oh, y qué voy a hacer yo con las 2000 banderas que tengo en el almacén”, me dice la china preocupada.
“Vaya, qué mala suerte. Nadie te dijo que esto pasaría esta noche…”
“Oh, y qué hacer, las tendré que quemar todas yo también”, la china escoge una opción drástica.
“Sería tan bonito que hicieras eso…”, soy un pedazo de cabrón por dejar que el guionista tome las riendas de mi cabeza, pero la ilusión de que piense que soy australiano ha hecho que todo se me empiece a ir un poco de las manos.
“Bueno, pues muchas gracias, y qué pases un feliz día de la Nueva República Australiana”, le deseo a la china.
“¡Viva la República!”, me dice ella levantando el puño en alto.
Yo estoy por decirle que el nuevo saludo republicano de Australia es levantar el puño sacando el dedo corazón, pero me parece un poco cruel. El hecho de que queme sus 2000 banderas esta noche, ya me parece suficiente.
“¡Viva la República Australiana!”, le contesto alzando el puño y me voy.


La bandera que debía haber quemado aquella noche es la que se llevara Celine en su fiesta del No. Ahora está colgada en el tendal de la nueva casa de Muireann y Jarrad. Es una casa enorme con piscina que es propiedad de la hermana de él.  Es una tía un poco rara que se va a pasar la noche buscando a su gato, sentándose con nosotros, levantándose, bebiendo ginebra a palo seco y diciendo que los gatos necesitan silencio para dormir. Un resumen un poco caótico para una chica caótica. En realidad ella vive en Carnes, la zona que sufrió las inundaciones hace unos meses. Se vino hacia aquí hasta que se normalizara todo y lleva instalada con ellos desde que se mudaron. Les hace la vida imposible y están deseando que se marche de la casa por la que ellos ya están pagando como inquilinos. Una de esas situaciones surrealistas en donde mezclar familia y negocios nunca funciona.


Como no es mi fiesta de cumpleaños no espero regalos. Pero ellos son tan majos que me regalan una camiseta con los colores típicos australianos: amarilla y verde. Con la marca de cervezas típica de la zona: Coopers, y de la que ya me he hecho muy amigo.
Las Coopers van acercándose a mi mano sin darme cuenta. De la mano a los labios y de allí al estómago. El estómago es una parte generosa de mi cuerpo que lo que hace es repartir la cerveza por otros sitios: la sangre, el cerebro y mi cara. Ya no siento mi cara al tocarla con los dedos. Conclusión: “Estoy borracho”, me digo. Igual que yo, lo están el resto de invitados, con lo cual es el momento de hacer un juego de borrachos.
“Jugamos a coge una carta y bebe”, creo que dice Tom.
Muireann trae una baraja de cartas francesas. Tom y Jarrad escriben las reglas del juego. Al final de lo que se trata es de beber un trago de la bebida que tengas en la mano. Yo juego con mi …sexta Coopers. Da igual. Todos tienen su bebida. Alguna de las Reglas escritas en un papel son:
Si sale una Q (Queen), beben las chicas; si sale una K (King), beben los chicos. Si sale un 10, bebe el del cumpleaños (o sea Yo). Si sale un 6, alguien se inventa una rima y el resto de la mesa tiene que seguirla, el que no diga una rima graciosa, bebe. Si sale un siete, alguien se inventa una nueva regla y seguro que alguien bebe. Me quedo en esta regla para dar un pequeño ejemplo de cómo funcionan 8 borrachos en una fiesta del No. Tom coge una carta y le sale un 7.
“A partir de ahora, cuando alguien hable, tiene que acabar su frase diciendo: …"en mi culo"”, cuando lo dice nos hace gracia relativa, pero en el momento de seguir el juego y que todos vayamos diciendo algo, te pueden salir frases como éstas.
“Es tu turno…en mi culo”.
“Te toca a ti…en mi culo”.
“El siguiente es Sam…en mi culo”
“A Sam le encanta…en mi culo”
“Lorena te toca beber a ti…en mi culo”
“Oh, cómo me gusta ésto…en mi culo”...
Imaginaos a 8 borrachos diciendo frases de éste tipo antes de beber un poco de su bebida. El juego se termina, porque era imposible seguir jugando…en mi culo.

¡Bueno ya! La fiesta del No se termino de ésta manera y cada uno se fue a dónde pudo cómo pudo. Nosotros regresamos a casa a las 4:00 am temiendo que ningún control policial nos fastidiase la noche…en mi culo.

4 comentarios:

  1. Tiene muy buena pinta ese juego,que es el nuevo poker australiano??

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  2. Bro hay algun premio,fiesta o acontecimiento para cuando llegue a 20 mil los visitantes de tu blog??

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  3. HOLA SAM no se si alguiense se lo habra planteado pero creo que la fiesta es por lo menos curiosa tendremos que tenerlo en cuenta-pedazo de bandera no creo que los chinos quemen todas las banderas algo sacaran para aprobecharlo-INCISO las mezclas nunca fueron buenas SOIS LA REPERA CON LOS J
    UEGUECITOS QUE OS IMBENTAIS
    BESOS PARA LOS DOS CHAOO

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  4. No entiendo como se puede beber de ese modo.
    El hígado tiene que sufrir con tanto exceso, no me gusta el olor de la cerveza y menos tomarla. Me encanta ver, como la gente la toma y la saborea.
    El poner las fotos en la bandera, me parece bien. Divertiros sin pasaros. Un besote mami

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