Uno de los momentos de mayor intimidad en la casa es cuando estoy regando el jardín.
Inciso número 1. Vale que os hable de los pises y los pedos de Lorena, pero no os voy a contar los momentos realmente íntimos de la casa (por lo menos de momento).
Desenrollo la manguera, giro la llave de paso del agua y apunto a mi objetivo: el césped del jardín, evidentemente. En esos diez minutos donde el agua subterránea que viene de los lagos se vierte sobre nuestro jardín, la mente se marcha a otros lugares. Pienso en la familia, en los amigos, en lo lejos que estamos de cualquier sitio y lo cerca que los siento a veces cuando les hablo mirando la pantalla de un ordenador. Extrañas sensaciones de proximidad cuando la familia la tienes a más de 16000 kilómetros desde donde tus pies están ahora mismo apoyados.
Ozito, que es un buen colega y se fija en los detalles, me da conversación.
“¿Qué te pasa colega, echas de menos a la family?”, me suelta sin que le patine la ese.
“Tío, y tus zetas. No sabías que ya no eras papizota”, le digo con la manguera en la mano.
“El logopeda del rey Jorge VI, que es Geoffrey Rush y cómo es australiano se ha pasado por aquí a solucionar mi problema”, ni una sola de las eses que ha dicho ha sonado como zeta.
“Caray, ya veo que ha hecho un buen trabajo contigo. Me alegro”, mientras se lo decía, notaba que Ozito tenía sus cuchillas un poco oxidadas. La última vez que lo pasé por encima del jardín hace ya más de un mes, así que el pobre está hambriento.
“Deberíamos hacer un repasada por aquí”, le digo señalando una esquina del jardín, antes de cerrar la llave de paso.
“Es que ya no me haces caso. Desde que llegó a casa esa maldita aspiradora de mano…Cómo se llama: Dirt Devil”.
“Pero si tú siempre fuiste mi electrodoméstico favorito”, le digo yo.
“Ya no es lo mismo, lo noto en tú mirada. Prefieres a ese Dirt Devil. Además, yo no soy un puto electrodoméstico. Soy algo más”.
Dirt Devil es la aspiradora de mano que nos hemos comprado hace unas semanas. Hace el trabajo sucio a diario en casa. Que se caen unas migas de pan al suelo. Dirt se las traga. Que Lorena me corta el pelo. A tragar pelos.
Inciso número 2. Qué desagradable sería comerse un bocadillo de pelos.
Ozito está decaído y necesita mi mano amiga. Le enchufo los dos alargos de 10 metros y empezamos a cortar el césped. Empieza sin fuerza, pero enseguida vuelve a ser el Ozito enérgico que se traga todos los hierbajos del jardín. Que le sale una araña venenosa al paso: pasa sus cuchillas. Que un saltamontes se posa sobre la valla del jardín, cojo la cámara y le hago una foto. Ozito me empieza a contar los últimos problemas del jardín.
“No te has dado cuenta de que la Familia Abeto se está desestabilizando. El padre se ha convertido en un narcisista que no deja de mirarse a sí mismo, sin hacer caso a los demás. La madre ha empezado a fijarse en el árbol del vecino, dice que es mucho más grueso y largo que su marido. Ya sé que es una zorra, pero el tipo se pasa el día admirándose y así no hay quien lleve una familia adelante. Y la niña mayor. Otra zorra. No deja de liarse con hierbajos, deja que las arañas se metan en cualquiera de sus huecos, los gusanos, hasta los bichos pelota están intentando pillar con la niñata; con lo tímidos que han sido siempre los bicho pelota. Y el pequeño: Anoréxico perdido. No crece ni echándole abono humano. Esta en las últimas”.
Quizás Ozito tenga razón y estoy dejando el jardín demasiado descuidado. Debería pensar en otras cosas y hablarles un poco más.
Me acerco a la madre.
“Y tú qué mala puta, mirando el tronco del vecino, no te da vergüenza, con lo que estamos haciendo por ti", le digo a la madre Abeto.
“Una familia. Mi hija es una perdida, su padre un subnormal que no deja de mirarse el ombligo (o llámalo raíz central), y el niño, por mucho que estoy por él, no deja de vomitar”, me suelta.
Me acerco al pequeño para que intente razonar sobre su comportamiento.
“Y tú chavalote, tienes que dejar de permitir que las arañas monten sus casas aquí. No ves que se están quedando con el alimento que te hace crecer”, le digo con cariño
“Es que…”, la voz inaudible del abeto menor casi no llega a mis oídos.
Ozito está satisfecho de que haya empezado a cuidar a la Familia Abeto. El único que parece salvarse de la quema es el hermano mediano. El hermano mediano es ciego, introspectivo y tiene vocación de suicida. Dice que le gusta leer a Kierkegaard, ese gran filósofo danés del existencialismo del siglo XIX, y dice que su única ilusión en la vida es crecer para convertirse algún día en hojas del futuro libro que yo escriba.
“Esa es la actitud amigo. Confías en mi capacidad de que pueda escribir un libro. Bien”, le digo mientras le quito las malas hierbas que tiene a su lado.
Pero claro, si tengo que esperar que éste árbol de medio metro se convierta en una de las páginas de mi futuro libro, tendría que esperar por lo menos 50 años. Y yo con 87 años no me veo siendo una futura promesa de la literatura.
“Venga chicos a crecer, me cago en la puta de oros, que no tenemos todo el día…”, les grito poseído por la ira. Me he imaginado que estos árboles, la Familia Abeto, van a convertirse en las hojas de mi primer libro y tienen que crecer mucho más rápido.
“Esa no es la actitud, Sam, esa no es la actitud”, me dice Ozito escupiendo un trozo de hueso que ha encontrado en el jardín.
Son las 17:40 y el jardín tiene un aspecto espectacular. La Familia Abeto parece que va a volver a ser una familia unida por una buena causa. Ya es hora del desayuno en España (8:40 am) y yo tengo que ponerme a escribir algo que valga la pena para que mis abetos estén tan orgullosos de mí . Que crezcan fuertes y se dejen cortar para que los utilice como hojas de mi primera novela.
Dirt Devil:Demonio Sucio,traducion literal no!? http://www.youtube.com/watch?v=ns5gP4dUDLw.....no es mi estilo de programas pero es muy bueno
ResponderEliminarque va,que va,que va......yo leo a Kierkegaard!!!
ResponderEliminarque grande la familia abeto bro,podrian ser los protas de tu libro.