Lorena me ha soltado esta mañana, literalmente: ”Me parece que esto de repartir catálogos es una completa gilipollez. Sería mucho más productivo que te quedaras en el apartamento matándote a pajas”. Hace unos años no hubiese dudado que opción elegir. Ahora me siento mal por no contribuir a la economía familiar, llevo demasiado tiempo sin trabajar y lo necesito.
El coche ha quedado de ésta manera cuando lo hemos llevado de maletas llenas de los malditos catálogos navideños.
Me paso más de dos horas metiendo doce catálogos juntos dentro de buzones en donde no ponga : "No queremos correo basura". Esto quiere decir que hay muchas de las casas en donde tengo que repartir que ponen el letrero “No Junk Mail”, o sea, que no quieren “correo basura”. Los vecinos aburridos que descartan mi aportación comercial mantendrán sus buzones llenos de telarañas como el que se ve en la foto. Ojalá que las arañas de estos vecinos sean un poco venenosas y que no reciban ninguna carta de amor. Con la dignidad de los repartidores de correo basura no se juega.
La lluvia me acompaña mientras recorro las últimas calles de la ciudad. Decían que Australia era un país seco en donde casi no llovía, pero yo ya llevo dos aventuras en las que he terminado completamente empapado. He dejado el coche en la otra punta de la ciudad para realizar mi última entrega, pero ahora viene lo bueno; cuando meto la mano en mi bolsillo, descubro que el papel donde he ido apuntando las calles por donde he ido pasando y he dejado los catálogos, ha desaparecido. No hay que desesperarse: mi iPhone me llevará hasta Coorara Avenue que es donde está el coche. Soy un moderno repartidor de correo basura con GPS incorporado.
Me siento orgulloso de no haberme quedado en el apartamento siguiendo los consejos de Lorena. Además, internet es muy caro y va muy lento.
Clases de inglés: Las clases de esta semana son nuevas. He encontrado un curso gracias a mi amigo Omar (el espía iraquí), que va a durar 4 semanas. Me encanta el humor de Omar. Hoy teníamos que hablar de cuál era para cada uno de nosotros el país en donde la gente gozaba de mejor salud. Omar dijo, que por supuesto era Irak: “La gente se pasa el día corriendo para evitar que le explote una bomba encima”. Genial el espía Omar.
Vuelta a la cruda realidad. Esta noche me quedan por empaquetar más de 100 catálogos para repartir mañana en Payneham. Seguramente el suburbio de Adelaide en donde las casas tienen los jardines más grandes, los buzones más pequeños, en donde más vecinos no quieren correo basura y en donde la distancia entre una casa y otra es enorme.
Son casi las 21:30 pm en nuestro apartamento del piso 2. En el apartamento del piso 1, todo huele a imprenta. Como una docena de huevos, en España ya son las 12:00.
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