Después de un mes en Adelaide, ya me va apeteciendo empezar a trabajar en algo. Me he apuntado a una página de internet para buscar trabajo (Careerone.com.au). He aplicado para trabajos de cocinero, camarero, técnico de laboratorio para analizar vinos australiano (éste sería el trabajo ideal), como jardinero, instructor de gimnasio, chico para todo en el Ikea y repartidor de correo comercial. Solo me faltaba el de bombero-torero o volverme a disfrazar de Larry y hacerme autobusero, pero en mi visado pone que soy español, me llamo Sam y no sé hablar francés.
El primer trabajo que me ha llamado es el de repartidor de correo comercial. No necesitas mucho más que un par de piernas, dos brazos, una bolsa del Ikea grande y saber qué zona te toca repartir. Llego al sitio donde me he citado con Eugene, un tipo con cara de pocos amigos, y veo a una señora mayor cargando cantidades enormes de catálogos de todo tipo. Estamos en Navidad y el correo comercial está funcionando a tope. Entro al jardín de la casa de Eugene y un montón de chicos asiáticos, indios y un australiano perdido, recogen catálogos y los meten en su coche.
Eugene me explica el trabajo que tengo que hacer:
Eugene me explica el trabajo que tengo que hacer:
“Tenemos vacante la zona 9 de los suburbios de Adelaide. Tienes 520 casas para repartir todos éstos catálogos”, le voy pillando a medias, porque su acento es demasiado australiano para mi gusto. Pero tampoco hay mucho más que saber. Tengo que repartir 12 catálogos por casa y vigilar que en el buzón de la casa no ponga: “No queremos correo comercial”, en inglés, claro. Acepto, sabiendo que voy a cobrar una porquería, pero necesito sentirme útil trabajando en lo que sea. Lorena se dedica a descubrir una cura contra el cáncer y yo voy a empezar a repartir correo comercial. El salto cualitativo es abismal, pero hay que empezar desde abajo para llegar a lo más alto. El gran Charles Bukowski, un escritor norteamericano que trabajó en los peores sitios posibles, terminó siendo un escritor mundialmente conocido y admirado por un fiel grupo de lectores. ¿Por qué no voy a empezar yo de repartidor de propaganda? Los sueños se pueden construir desde dónde tú quieras.
Este montón borroso es el que tengo que repartir por el suburbio de Payneham dentro de esta semana. ¡A por ellos!
Y hablando de otras cosas más interesantes. Ya hemos pisado nuestra primera playa australiana. Es más parecida a la parte gallega: arena fina y agua congelada, pero es una delicia estar a diez minutos de la playa y disfrutar de momentos como éstos.
El verano ha llegado a Adelaide teniendo que soportar más de 30ºC desde primeras horas de la mañana. Son las 21:10 pm y tengo que ordenar mis primeros catálogos para empezar a entregar mañana. A las 11:40 am seguro que os han dejado algún catálogo en vuestro buzón, por un día ojeardlo un poco antes de tirarlo a la basura. El pobre tipo que se pasó la mañana repartiéndolos por todas las casas también tiene su corazoncito.
Animo Sam, yo estoy de acuerdo contigo, las grandes celebridades siempre tienen un pasado duro que contar, por eso creo que son grandes. besos desde asturias
ResponderEliminarSam te comprendo,sigo leyendo y entiendo lo duro que tiene que ser dejar tu trabajo.Yo tengo esperanza de que tengas suerte.Un abrazo mami.
ResponderEliminarbro me encantan tus gafas Bukowskianas te dan un toque de escritor de elite....molt macu!!empezando desde abajo asi se crean los imperios!!!
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