Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

http://yahoracomoeselinviernoenaustralia.blogspot.com/

viernes, 31 de diciembre de 2010

23/12/10 El sitio más bonito para correr

Ya no recuerdo el primer día que me dije: “A partir de ahora, vas a ponerte a correr”. Han pasado muchos años y la memoria se va llenando de otras primeras veces más importantes que intento no olvidar. Creo que cogí unas zapatillas de deporte gastadas, salí a la calle y veinte minutos después mi cuerpo dijo basta. Pasaron los años entrenando distancias cada vez más largas. Mi cuerpo se iba acostumbrando al desgaste de las zapatillas sobre el asfalto, sobre las laderas de cualquier montaña no demasiado alta. Despertarse los domingos a las 7 de la mañana, comerse un plátano, una manzana, beber el zumo de naranja que no te entra en el cuerpo y salir hacia el sitio en dónde tocaba correr ese día. Siempre iba con mi hermano. Hubo una época en que casi no había fin de semana que no tuviésemos una carrera a la que ir. Siempre me acordaré de aquel diluvio en una carrera de montaña en el que los dos íbamos gritando como locos mientras bajábamos la montaña, lo empapados que quedamos, pero lo mucho que disfrutamos.
Y luego ha habido muchos sitios especiales y bonitos en los que he corrido. Donostia (seguramente uno de los paseos más bonito del mundo), cualquier carrera por Barcelona siempre te enseña rincones especiales de la ciudad, la media maratón de Madrid, las montañas italianas donde viven mis primas y mi tía, el paseo al borde del Atlántico entre Nigrán y Bayona (el verano del año 2009, cuando conocí por primera vez a los padres de Lorena). 

Y ahora me toca correr por Australia. Con gafas de sol, con gorra y embadurnado de crema solar. El agujero de ozono de las antípodas te deja la cara repleta de todas las pecas que nunca te imaginaste tener. Ahora salgo a correr por Mawson Lakes y me puedo encontrar con pasajes como éste, pero hecho tanto de menos compartir risas y carreras con mi hermano que por eso hago mejores tiempos que allí, porque quiero acabar antes para ver si llega pronto el día que pueda volver a compartir carreras con él.

Homenajes “brotherianos” a parte, el sol australiano te deja la mollera aplatanada y la ducha que me espera a las 16:15 de la tarde no tiene más ganas de esperar. Me seco el sudor. Sudo y ningún ombligo me ha dicho nada. Los atletas madrugadores a las 6:45 am salen a correr por cualquier parque, paseo o montaña fría en España. 

jueves, 30 de diciembre de 2010

22/12/10 Se me han roto los vaqueros

Llega un día en la vida de toda mujer en el que todo se derrumba. Un día que amanece claro, que parece ser idéntico al resto de días vividos, pero que va a convertirse en una tragedia. Lo importante deja de tener sentido y todo se limita a un “no puede ser que esto me esté pasando a mí”. Ninguna mujer sabe cuándo va a suceder, pero hay un día que sucede. Hoy ese día le ha llegado a Lorena. Se le han empezado a romper sus vaqueros favoritos.
Esos vaqueros que realzan su espectacular figura están pasando a mejor vida. Ahora toca pasear por tiendas desconocidas de Adelaide para encontrar El Sustituto. Probarse infinidad de vaqueros que son demasiado largos, demasiado estrechos, que el tiro me aprieta demasiado, que el color no me gusta, que la hebilla se me clava en el ombligo. Todos sabemos de qué estamos hablando.
Esta mañana estuve buscando la tienda de vaqueros con más glamour de la ciudad. La gente pasea por las calles cargadas de bolsas navideñas y las chicas se visten siguiendo el patrón de un viernes por la noche, pero salen un  miércoles por la mañana con las mismas minifaldas, las mismas camisetas escotadas y los mismos zapatos de taconazos no aptos para caminar por la calle principal de tiendas de la ciudad, en donde el calor de la Navidad está en su punto más álgido.
Nota: Foto tomada por el autor de la crónica con el consentimiento de Lorena. Solo quería mostrar de qué manera visten las chicas aquí.

Si no encuentras ninguna tienda especializada en vaqueros que te deje el culo como todas queréis que se vea, siempre te puedes pasear por Myer, el centro comercial que más se parece a El Corte Inglés español, y en donde están todas las marcas de vaqueros especialmente asesoradas por chicas que van vestidas idénticas, con el mismo peinado, con la misma sonrisa y con el mismo acento australiano imposible de entender, que la de la minifalda negra de antes. Es uno de esos días de compras en dónde las gafas de sol nunca fueron más necesarias.
El final de la jornada en la búsqueda del vaquero perfecto, siempre puede terminar pidiéndole asesoramiento a uno de los simpáticos cerdos ibéricos de acero que están perpetuamente postrados en la mitad de Rundle Street. Acercas tu culo al hocico de Sammy (que así se llama uno de ellos), y esperas que la respuesta a la esperada pregunta: “¿Y éstos cómo me quedan?”, sea idéntica a la que le he dicho en casi todos los vaqueros que se ha probado Lorena. “Te quedan espectacular. Te hace un culo perfecto”. El cerdo le contesta lo mismo y por la cara de satisfacción de Lorena, creo que El Sustituto a sus vaqueros rotos ya tiene repuesto. 

Todavía son las 5:35 de la mañana en España. Hoy es el día de la Lotería, el día de “con tener salud ya me vale”, de las botellas de cava abiertas delante de una cámara de televisión diciendo a todo el país que te han tocado un montón de euros, para que los que quieran robarte sepan que hoy tienes mucho más que ofrecerle. Aquí ya son las 15:05 y me voy a tomar un café en el McDonald de la esquina para poderme conectar a su red gratuita. Bueno, gratuita del todo no es por lo del café, pero en fin… Buena suerte en el sorteo. Que os toquen muchos millones de euros en la lotería, pero no abráis botellas de cava delante de ninguna cámara de televisión, por si acaso. Suerte.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

21/12/10 Mi ombligo quiere ver películas Pixar

Mi ombligo se ha convertido en el micrófono externo de mi cuerpo. Lorena se comunica con mi interior de una forma extraña. Se acerca hasta el ombligo y le dice cosas que solo mi interior escucha.
“Por favor, glándulas sudoríparas, dejad de producir sudor en este chico, por favor”, le dijo la última vez que escuché de qué estaban hablando. Yo no le hago demasiado caso y el calor que empieza a hacer en esta ciudad no deja de generarme gotas de sudor por todo mi cuerpo. Ya quedó constancia hace un par de semanas los estragos del calor en mi camisa gris, que dejó marcada el aro de la vergüenza debajo de mis sobacos.
Para tu cuerpo la única opción es meterte en la ducha y dejar que el agua arrastre las gotas de sudor. La lucha a nivel microscópico debe ser digna de una película surrealista de dibujos animados diseñados por Pixar. Me imagino el cartel de la película en todas las ciudades del mundo. Después del éxito de los juguetes que hablan, del pez padre que rescata al pez hijo o del  ratón que es cocinero en un restaurante francés, qué mejor que una historia bélica que relate la lucha de unas simples gotas de agua que salen de una ducha casera contra el imperio del mal del sudor, lleno de gordos generales repletos de sales minerales tóxicas ingeridas por alimentos contaminados en una sociedad basura que no sabe comer. Me apunto el titulo de un posible guión en la carpeta “Historias absurdas que nunca terminarás de escribir” de mi portátil y sigo con lo que quería contar. El protagonista se podría llamar Hache Dos O y tendría los ojos de un azul profundo que enamoraría a todas las gotas de agua femeninas que le esperarían dentro del depósito de agua reciclada después de la dura jornada de lucha contra el imperio del sudor.
“¡Estamos listos!”, plagiando el grito de Bob Esponja, como hace mi querida sobrina Vania.
“Si, mi capitán Hache Dos O, estamos listos”, le respondería el feroz imperio de gotas de agua limpia….

Ya. Lo dejo. Se me va la pinza y lo que quería explicar hoy era otra cosa.
Escribir es como aquella frase de Lennon:”La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes”, pues escribir es aquello que haces mientras tu imaginación desea escribir otra cosa.

Yo quería hablar de lavanderías. De cómo huelen las lavanderías. Del olor de los aeropuertos. De que siempre que llego a un país nuevo, el primer olor que recibo es el de la moqueta recién limpia de la terminal de llegadas internacional del aeropuerto.
Mi cuerpo ya quedará limpio gracias al ejército del héroe Hache Dos O, pero la pobre ropa delicada especialmente comprada para eventos sociales, debe pasar por lavanderías especializadas que huelen igual aquí que en otro lugar del mundo. Y esa podría ser otra historia para la factoría Pixar. Una triste y pobre empleada de lavandería que conoce a un príncipe que viene de incognito a la ciudad y se enamora de ella. Se la lleva a su país y…nada. Esa historia está demasiado trillada como para acabar dentro de ninguna de las  carpetas de mi portátil. Y parece más una historia de Disney que de Pixar. Así que la borro de mi imaginación. 

La lavandería olía igual que cualquier otra lavandería. Dejé mi camisa gris, el vestido azul de Lorena y dos días después pasé a recogerlo todo bien limpio. De eso quería hablar hoy.
Mientras tanto mi ombligo está deseando escuchar cualquier palabra de la boca de Lorena. Esta noche encenderemos el portátil, buscaremos una película de Pixar y la veremos. Yo me dormiré a eso de media película y Lorena me despertará diciéndole a mi ombligo:
“Es hora de dormir, Hache Dos O”.

Son las 16:10 dentro de la biblioteca de Grote Street y sobre mi ombligo reposa el ratón que guía la flecha de mi portátil. Los ratones de todos los portátiles de España están a punto de apretar a la opción SI de una página de internet prohibida. Cuidado con esas cosas que luego pasa lo que pasa.

martes, 28 de diciembre de 2010

20/12/10 Vecinos generosos, caraduras y asesinos

Que mejor manera de entrar a vivir en una casa nueva cuando  tu vecino es el único tipo del mundo que no tiene contraseña para acceder a su red inalámbrica (bueno, hay otro vecino generoso en Martorell que también lo hace con nuestros amigos Jordi y Gemma, pero ese es otro tema). Teníamos dudas de si quedarnos o no esta noche a dormir por primera vez en la casa. A pesar de tener  toda la ropa, los muebles y la comida ya aquí, todavía no teníamos conexión a Internet para la casa. Habíamos enviado nuestros datos para contratarlo un par de día antes, pero todavía no teníamos la conexión a punto. Eso era antes de saber que teníamos un vecino generoso que nos dejaba parte de su red para poder contactar con la familia por Skype, colgar las entradas del blog o revisar nuestro correo sin tener que pagar por ello. Así que la decisión de dormir en Mawson Lakes por primera vez ya no tenía ninguna excusa para no hacerlo.

Hay otro tipo de vecinos no tan generosos como el que es capaz de regalarte un poco de su conexión a la red, y que además se apoderan de parte de tu mobiliario para tejer su casa dentro de la tuya. Aquí tenéis un ejemplo gráfico de cómo pueden ser  alguna de las arañas que colocan su casa dentro de nuestro jardín. Te deja los restos de los cadáveres de sus víctimas y se quedan impasibles ante nuestra primera invitación a que salga pacíficamente de nuestra casa. Son asesinos implacables que tejen redes imposibles de deshacer y en donde el dicho, caer como moscas, nunca tuvo más sentido.

Otros vecinos llegan desde el aire hasta el césped de tu  jardín y sin disimular demasiado, se pasean por él, suben hasta la mesa de tu jardín, se estiran encima y cuando han decidido que ya pueden seguir con su vida,  se cagan en la mesa y se alejan con un graznido que parece decir:”Ale, chaval, ahora te toca a ti recoger mi mierda”. 

Los vecinos están para esas cosas: ya sean buenas o malas. Pero no importa compartir la vida con vecinos así mientras ninguno de ellos nos moleste demasiado. Sobre todo las arañas, que tan mala fama tienen por aquí.

Con una hora más de Internet del vecino generoso quizás me podría empezar a descargar alguna película para mi portátil, pero teniendo en cuenta que las clases de inglés han finalizado por las vacaciones de Navidad, lo que tengo que hacer es ponerme a estudiar un poco de inglés por mi cuenta o hacerle el típico pastel de bienvenida para llevárselo a su casa. Lo que pasa es que tampoco sé cuál es el vecino generoso. El asesino y el caradura tendrán que buscarse otra casa de momento para hacer de las suyas.

Son las 13:35 y me toca comer por primera vez en la casa de Mawson Lakes, teniendo en cuenta la cantidad de huevos que tenemos en la nevera, cualquiera de sus infinitas variedades seguro que forma parte de mi dieta de hoy. A las 4:05 de la madrugada en España solo podéis tener ganas de dormir un poco más. Seguid soñando algo que os deje una sonrisa esta mañana cuando os levantéis.  

lunes, 27 de diciembre de 2010

19/12/10 Huevos pasados por agua

Existen tantas formas de cocinar los huevos, que hablar de cada una de ellas sería un trabajo tan arduo y complicado como fregar platos en un restaurante italiano un sábado por la noche. Así que me limitaré a hablar de los huevos pasados por agua. Pero no cuando los metes en agua hirviendo y le echas un poco de sal para que sean más fáciles de pelar. Me refiero a cuando vas un domingo por la mañana a un mercado de frutas y verduras, te acabas de comprar más de dos docenas de huevos y  se desata una tormenta de primavera australiana que es imposible saber cuándo va a parar. Hoy el agua tenía que haber sido nuestra principal compañera del día, pero no de la forma en que lo ha sido. Estaba apuntado a una travesía en aguas abiertas para nadar 1500 metros en la bahía de Noarlunga, que está situado a unos 30 kilómetros de Adelaide, pero la mañana se ha levantado con un temporal  impresionante y se ha cancelado la travesía.
Teníamos puesto el despertador a las 7:30 de la mañana, pero con inteligencia limitada. El móvil donde a veces ponemos la alarma todavía tiene la hora española. Así que tenemos que restar 9 horas y media a la hora que pone en el reloj para saber a qué hora se supone que son las 7:30 am aquí. Si, sé que es complicado, pero nos hemos acostumbrado a la música del despertador de España y no queremos despertarnos con otra.
Como os podéis suponer anoche pusimos la alarma del despertador a las 7:30 am pero de España, así que cuando aquí eran las 8 de la mañana, la música del despertador todavía no había sonado. Por suerte, uno de los organizadores de la travesía me llamó a las 8 en punto de la mañana para avisarme que se había cancelado. La primera forma de mantener los huevos pasados por agua se esfumaba instantáneamente. (Chiste Malo).

La opción que nos quedaba después de la llamada del organizador de la travesía era llevar cosas a la casa de Mawson Lakes y trasladarnos definitivamente allí. Antes de eso, decidimos pasarnos por el mercado.

Tienes que pagar 1.5dólares para poder entrar dentro de un descampado embarrado por la lluvia, repleto de furgonetas que tienen el capó abierto y venden todo tipo de verduras, frutas y huevos que te puedas imaginar. El tiempo lleva loco desde que llegamos aquí. En un minuto puede hacer sol y asarte de calor, y al otro minuto, empezar a llover con violencia, y no quedarte más remedio que resguardarte de la lluvia debajo de los toldos de cada puesto.
Antes de que la lluvia deje toda la fruta, verdura y los 30 huevos que hemos comprado a 5 dólares empapados y se eche todo a perder, decidimos ir a casa para empezar  a desempaquetar las cajas que llevamos en el coche y quedarnos a dormir por primera vez esta noche.

Si la primera tortilla española que hizo Lorena en Australia derrotó claramente a la carne de canguro, ahora con huevos pasados por el agua de una tormenta primaveral australiana, y cocinados en una cocina con fuegos de verdad, no habrá nada en el mundo que pueda estar mejor. Llegamos a casa a las 12:30 con la ropa empapada, pero con maletas llenas de ropa que llevaban dos meses encerradas en cajas y que por fin podremos ver. A las 3:00 am de España, los huevos deberían estar bien conservados sin importar el motivo para el que vayan a ser utilizados o cocinados. Larga vida a los huevos de verdad.  

domingo, 26 de diciembre de 2010

18/12/10 El Doctor Slum es nuestro medico

Que al entrar a la consulta de tu nuevo médico en Adelaide, toda la sala huela a Marihuana,  no sabes si es una buena señal, o que algo malo te va a pasar. La enfermera nos sonríe todo el rato mientras nos pregunta quienes somos, a dónde vamos y de dónde venimos.
“Tenéis un acento tan divertido”, nos dice con una sonrisa contagiosa.
“Gracias, muchas gracias”, le contestamos elevando ligeramente las cejas.
Seguimos contestando las mismas preguntas que te hacen cuando vas por primera vez a cualquier médico del mundo. Nombre, dirección, edad, estado civil.
La enfermera no deja de hablar con los pacientes que están en la sala de espera. Resulta que ha llegado a Australia la famosa presentadora de televisión norteamericana, Oprah Winfrey y está el país revolucionado. El olor a Marihuana empieza a ser sospechosamente agradable. La televisión no deja de bombardearnos con imágenes de la presentadora regalando cosas. Su programa es la suma de “El Diario de Patricia”, cuando era Patricia quien lo presentaba, más  “El Precio Justo” presentado por Ana Rosa Quintana sin Belén Esteban dando voces ni diciéndole a su hija que se coma el pollo. El aroma nos envuelve. La enfermera sigue sonriendo mientras Lorena me dice que hoy estoy especialmente guapo. Oprah regala relojes de diamantes, camisas de Ralph Lauren, cruceros por el Caribe y otras cosas que somos incapaces de escuchar, a todo el público presente en su programa. El Dr. Slum es nuestro médico de cabecera por un día, y estamos empezando a perder la cabeza por la mezcla de Marihuana y regalos increíbles que hace Oprah. Tuteamos  a Oprah desde la sala de espera, la enfermera sigue diciendo que nuestro acento es "tan divertido" y Lorena también está más guapa que nunca. La enfermera sigue sonriendo y nuestro nombre suena por primera vez en la boca del Dr.Slum.
Para el que no haya pasado una adolescencia viendo dibujos animados japoneses por la televisión, el Dr. Slum no significará nada. Para Lorena y para mí, el Dr. Slum siempre nos traerá buenos recuerdos. Me pregunto si en la consulta del Dr. Slum estará Arale con sus cacas pinchadas en un palo corriendo alrededor de la mesa y las sillas de la consulta, o si por fin el Dr. Slum se habrá casado con la Señorita Yamabuki.


Dejamos que la adolescencia se queda instalada en ese rincón de la memoria al que muchas veces visitamos y nos concentramos en entender al Dr. Slum. La Marihuana sale de un recipiente oculto en una de las esquinas de su consulta y nunca un solo del guitarrista de Pink Floyd hubiese quedado tan bien como ahora para acompañar nuestra visita. 

Casi nos olvidamos de cuál era el motivo de nuestra visita. En Australia es imposible comprar ningún medicamento si no va acompañado de receta. No pasa como en España que si conoces al farmacéutico te puede vender cualquier cosa. Aquí necesitas la receta del Dr. Slum. Nos da nuestras recetas y nos vamos a casa con la sensación de que hoy es un día especial. La consulta del Dr. Slum está justo delante de nuestro apartamento en Waymouth Street. La enfermera nos cobra los 35 dólares que cuesta que te receten medicinas, mientras Oprah sigue regalando cremas antiarrugas, bolsos de Louis Vuiton o cuchillos de cocina que pueden cortar tomates sin necesidad de contacto entre ambos.  Llegamos a casa y nos estiramos en la cama para dejar que el colocón de Marihuana siga su curso hasta el final de sus consecuencias.

Qué importa la hora de Adelaide si no tenemos un reloj de diamantes para mirarla. En España Belén Esteban sigue gritando a su hija que se coma el puto pollo.

sábado, 25 de diciembre de 2010

17/12/10 Fin de curso en SACE


Ya tengo mi primer diploma como estudiante de inglés. Me he pasado las últimas cuatro semanas compartiendo lecciones, gramática, risas y caras de “no tengo ni idea de qué está diciendo el Teacher ahora mismo”, con un montón de gente de distintos países. Seguro que he aprendido algo más de inglés del que sabía antes de empezar las clases, pero lo más importante es haber conocido a muchos de los compañeros (algunos ya casi amigos) que han compartido aula conmigo estas cuatro semanas. Hoy no voy a hablar de mí. Hoy os voy a explicar un poco la vida (resumida) de alguno de mis compañeros de clase en SACE (South Australian College English). Seguir la pista de la siguiente foto y os cuento:
Jonhatan (Francia): Es el chico rubio de gafas que está a la izquierda de la foto. Esta viviendo en el apartamento 205 en el mismo edificio que nosotros. Trabaja de limpia coche los días que no llueve y está buscando alguien que se quiera quedar con su apartamento para mudarse a una casa de Mawson Lakes con su novia Cécile.
Hudi (Indonesia): Es el chico que está justo debajo de Jonhatan haciendo la señal de victoria. Lleva 10 meses en Adelaide. Estudia un máster en comercio y también vive en un apartamento minúsculo en el mismo edificio que nosotros. Dentro de un mes regresa a su país para terminar su carrera.
Mayumi (Japón): Es la chica que está al lado de Hudi. Ya conté que dejó su trabajo y a su novio después de 10 años y se vino a Australia para cambiar de vida y aprender inglés. Parece una figura de porcelana que si la tocas demasiado fuerte se vaya a romper. Muy recomendable para los solteros españoles que tengan pensado visitarnos.
Hun (Corea del Sur): La cabeza que se ve detrás de Mayumi pertenece a Hun. Lleva una semana en Adelaide y se marchó de su país porque no quería hacer el servicio militar. Pese a su juventud tiene las ideas muy claras y en un futuro le gustaría vivir en España ordeñando vacas en Galicia o recogiendo naranjas en Valencia.
Toshi (Japón): Es el chico que está apoyado sobre mi espalda. Es el doble de Songoku y no deja de hablar de chicas y cómics Manga. Cuando le dije que en España éramos fieles seguidores de Dragon Ball, casi le da un ataque de entusiasmo. “Really, Toshi”.
Caterina (Italia): Es la chica que está justo delante de mí. Vino a acompañar a su novio, que es biólogo marino y trabaja cerca de Adelaide. Quiere hacer un doctorado aquí y se maquilla demasiado los viernes, y demasiado poco los lunes.
Francesca (Italia): Es la chica que tiene apoyada los brazos sobre la mesa. Trabaja en dos restaurantes italianos como camarera y se queja de que se pasa el día rodeada de italianos y que así es imposible aprender inglés. Llega de trabajar siempre apurada y se va corriendo para empezar a trabajar en el otro restaurante. Una autentica trabajadora.
Fabio (Italia): El chico que está a mi lado. Conectamos desde el primer día y nos lo pasábamos genial en clase. Le encanta el submarinismo y es el cuñado de Caterina. O sea, que su hermano es el que trabaja de biólogo marino y los demás se dedican a aprender inglés. Me suena esa historia. También quiere hacer un doctorado aquí, pero necesita un 6.5 en el IELTS test (un examen de inglés) y se está preparando para ello.
Raiji (India): La chica de camisa azul que está delante de Fabio, es devota seguidora del Dios con cabeza de elefante que bebe leche en cucharas de plata. Todavía no me ha explicado cómo narices se toma la leche su Dios,  si con cola cao o sola. Tiene un piercing  en la nariz.
Cécile (Francia): Es la chica morena que está junto a Raiji. Es la novia de Jonhatan y está deseando marcharse del apartamento para irse a vivir a una casa compartida con su amiga Mía, que es la taiwanesa de la que voy a hablar a continuación.
Mía (Taiwán): Es la chica que hace la señal de victoria, tan típico en la comunidad asiática cuando se trata de fotos. Vive en una casa en Mawson Lakes con su novio, que es ingeniero y trabaja en la Holden (Opel) de Australia.
Emiliano (Italia): El de los rizos morenos que está detrás de Mía. Trabaja en el mismo restaurante que Francesca limpiando platos. Busca otro trabajo, otra novia y otra casa. Esta claramente en un punto de inflexión en su vida.
Tom (Australia): Es el de los rizos rubios al lado de Emiliano. Por supuesto, él es uno de nuestros profesores. Guitarrista retirado de un grupo australiano de éxito, se fue a vivir 10 años a Japón para cambiar de vida. Dejó a su novia en Londres y volvió a Australia para hacerse profesor de inglés y poder marcharse a vivir a Finlandia, cuna del Heavy Metal, que es lo que a él más le gusta.
Wei (China): El chico de la camisa gris al lado de Tom. Es guía turístico en Adelaide para los chinos que vienen de visita aquí. Le encanta el rock de los 70 cantado en versiones chinas.
Andrew (Australia): La cabeza que hay detrás de Wei pertenece a este australiano que fue otro de nuestros profesores. Una vez viajó a Europa y vio la “Mona Lisa” en Florencia y El David de Miguel Ángel en Ámsterdam. La geografía no es su fuerte.
Cristine (Australia): La chica del pañuelo blanco en la parte derecha de la foto. Profesora que vivió un año en Corea y tuvo un novio mejicano que cuando se enfadaban la llamaba “Cabrona”. Ella sabía que era algo feo, pero después de explicárselo le fastidio mucho más no dejar antes a su novio mejicano.
Los tres asiáticos que están agachados en la parte derecha de la fotografía son unos espontáneos que pasaban por allí y no tengo ni idea a qué se dedican ni cómo se llaman.
La pelirroja que está en el centro de la fotografía haciendo un doble signo de victoria tiene uno de esos nombres que se te olvidan a los cinco segundos de que te lo digan y ya no me acuerdo cómo se llama. Es australiana y esta casada con un japonés. Viaja continuamente por todo el mundo dando clases de inglés. Próximo destino: Japón. La que está a su lado, es otra profesora que tiene el mismo tipo de nombre fácil de olvidar. Australiana de pura cepa, se dedica a enseñar a extranjeros su idioma de forma casi altruista.   

Y así queda rápidamente resumido una gran parte de la gente con la que he compartido estas semanas de inglés. Seguro que volveré a hablar de alguno de ellos en el futuro.

Son las 16:30 en Mawson Lakes. El lago que tengo justo enfrente de mis ojos está lleno de abuelos que enseñan a sus nietos cómo flotan los barcos en el agua. Espero que no se hundan como lo que acaba de pasarles a esos pobres inmigrantes en Christmas Islands. A las 7:00 españolas los barcos con inmigrantes esperan que llegue el buen tiempo para buscar una mejor vida lejos de su país.


viernes, 24 de diciembre de 2010

16/12/10 Aguanta tres segundos tu mirada en la mía

La chica que te gusta se sienta siempre a tu lado. En el coche, a veces conduces tú y otras veces conduce ella. En el sofá pegajoso del apartamento, siempre notas alguna parte de su piel rozando alguna parte de tu cuerpo. En la mesa de cualquier restaurante siempre está delante de ti. Te sonríe y aguanta su mirada en la tuya durante 3 segundos. Ese es el tiempo exacto en el que una persona se cree que le gusta a otra. Nunca te ha gustado nadie tanto y esperas que esos tres segundos signifiquen para ella lo mismo que para ti.
Ella empieza a escribir notas en sus apuntes. Son dibujos que imitan células cancerígenas, formulas químicas de productos casi irreales, gráficas que nunca entenderás o guías de ondas del tamaño de un pelo de tu cabeza, es decir, casi inexistentes. Más dibujos, fórmulas matemáticas, ecuaciones, narices de robots que imitan la nariz humana para detectar cáncer, tamaños microscópicos de cosas que nadie nunca ha visto. La imaginación de la chica que te gusta esta pellizcando la cara oculta de la luna. El bolígrafo con el que toma notas es amarillo, pero escribe azul. Se lo dejaste hace meses y dice que es su preferido. También era tu bolígrafo favorito, pero en que mejores manos que en las suyas para crear algo grande.
Esta noche tiene que preparar una charla para el instituto donde trabaja. Son más de las dos de la mañana y todavía sigue repitiéndose  frases que dentro de unas horas dirá a sus compañeros de trabajo. Los va a dejar con la boca abierta. No tienes sueño y tu boca sigue abierta. Te alucina ver la capacidad de concentración de la chica que te gusta. Su inglés es perfecto. El tuyo se entiende bien con los latinos con los que coincides en clase de inglés. Ella está a otro nivel.
Os levantáis temprano y decides acompañarla hasta su trabajo. Hoy conduces tú mientras ella sigue repasando su charla. Te sonríe y vuelve a mirarte durante 3 segundos. Sin pestañear. No hay música dentro del coche. Los coches que pasan a vuestro lado llevan la rutina pintada en la cara. Tu cerebro guarda su última mirada pero se concentra en mirar la carretera. El trayecto  hasta el centro de investigación donde trabaja dura 30 minutos, lo mismo que debe durar su charla. La ensaya dentro del coche y al terminarla cada mota de polvo, cada araña enganchada a los retrovisores o cada mosquito que revolotea dentro de vuestro coche aplaude como si fuera el final de un concierto de Bruce Springsteen. Ya está todo listo dentro del auditorio, pero tú no tienes acreditación para escucharla y tienes que volver a casa.
La charla será todo un éxito. Dentro del coche escuchas música pero no puedes mirarle tres segundos directamente a sus ojos mientras regresas a casa. Apagas la música y te concentras en la carretera.

La charla termina con el público totalmente entregado. Tú llegas a casa sin haber sobrepasado en ningún momento el límite de velocidad que indican las señales de la carretera.
El guionista de tu vida te propone un final para vuestra vida y tú prefieres vivir sin pensar en el futuro, pero dejas que te lo explique al oído (y no te parece del todo mal).
Final hipotético para dentro de muchos años:
Se abalanza sobre tu cuello cada noche, te besa en los labios; sois felices en Australia y en cualquier parte del mundo: dos niños y una niña. El cáncer es historia gracias a  su contribución a la ciencia. Un Nobel. Siete nietos, una casa en la montaña cerca de la familia. Las cenizas se reparten entre todos los sitios del mundo a donde vayáis a ir desde ahora hasta el final.
PD. Gracias Lorena por dejar que los sueños se queden siempre pequeños cuando estoy a tu lado.
KU.
Por cierto, son las 14:30 en Adelaide y mi estómago hace más de media hora que necesita repartir energía al resto de mi cuerpo. A las 5:00 am en España el único alimento que necesitáis son  un par de horas más de sueño.



jueves, 23 de diciembre de 2010

15/12/10 Cuenta canciones antes del examen de inglés

Tardo tres canciones de jazz en llegar a la Universidad de Adelaide desde el apartamento. Si cuento la distancia en canciones de Indie Rock, llegarían a seis canciones y el inicio guitarrero de la séptima. Escuchando canciones en castellano tardo tres canciones de Sabina, “Lucía” de Serrat dos veces y el inicio de “Un buen día” de Los Planetas. No estaría mal indicar la distancia entre dos sitios conocidos por el número de canciones que puedes escuchar en tu iPod, pero ese es de nuevo otro tema.
Lo que me lleva a la Universidad hoy es para hacer un examen de ingreso a otro de esos cursos gratuitos de inglés en Adelaide. El punto de encuentro es una plaza de nombre árabe que está en el Campus East de la University Of Adelaide. Me acerco a la plaza veinte minutos antes de la hora señalada y me encuentro con Toshi, un japonés de menos de 20 años con pinta de haber salido de un cómic Manga,. Es idéntico a Songoku (Dragon Ball) antes de su última transformación en Súper Guerrero. Tiene pinta de volver locas a todas las asiáticas de su generación y de ser un castigador nato: pelo cortado con tijeras de podar arbustos, ojos negros profundos y sonrisa de no haber fumado nunca. Me acerco a su grupo. Está con otra japonesa, una coreana, una china y una taiwanesa: lo dicho, un castigador asiático. Mientras me intento presentar al heterogéneo grupo, un tipo vestido con traje azul marengo se encarama a una de las fuentes secas de la plaza y empieza a gritar: “Free English Here!”. Lleva un cartel en la mano que certifica lo que dice. Decenas de personas de todas las razas y colores, nos acercamos hasta el tipo del traje azul y escuchamos sus indicaciones. 
Tenemos que seguirle hasta el aula en donde se va a realizar el examen. Sigue llegando más gente hasta el punto de encuentro y la cola que hacemos para seguirlo empieza a ser preocupantemente larga.
El inicio del examen estaba previsto para las 13:30, pero debido al inesperado éxito de la convocatoria, empezamos con más de veinte minutos de retraso. Las posiciones de los alumnos en el aula marcan las diferentes nacionalidades que hay dentro. Japón, China, India, Pakistán, Irán, Irak, Egipto, Gambia, Etiopía, Taiwán, Rusia, Italia… y yo. 

El tipo del traje azul marengo nos explica que solo hay plaza para 20 personas en estas clases de inglés gratis. Somos más de cien personas en el aula y no depende si sacas mejor o peor nota para elegirte en el curso. La gente que consiga plaza será por puro sorteo, independientemente de tu nivel. Me pregunto entonces para qué sirve el examen de hoy. Las reglas del examen son simples: no copiar, hacer buena letra, y tener una hora para hacer las tres partes del examen: comprensión de un texto, preguntas de gramática y escribirle una carta a un supuesto amigo australiano de cómo han sido nuestros primeros días en el país.

Doce canciones después, puestas en forma Random (aleatorio) en mi iPod, salgo del aula con la seguridad de que en el sorteo para entrar a estas clases de inglés gratis, el representante español estará presente.
Son las 15:30 de otra tarde calurosa en Adelaide, a las 6:00 am en España algunos todavía tenéis el repertorio entero de Bisbal para seguir durmiendo y a otros les quedan dos canciones y media de Hombres G antes de apagar el despertador.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

14/12/10 Las estatuas de mármol beben leche

El primer bostezo de la mañana es un chute de endorfinas que te engancha al día de una forma brutal. Ahora bostezo porque todo lo que tengo que hacer desde ahora hasta la hora de dormir es captar cada palabra, cada momento, cada pensamiento como si fuese el último. Antiguamente, cuando alguien bostezaba, se pensaba que su alma se le escapaba por la boca, por esa razón la gente se tapaba la boca en cada bostezo, para no quedarse solos con su cuerpo y perder su alma. Los asesinos que ven a una persona bostezar a su lado son incapaces de contagiarse del bostezo debido a que han perdido la empatía con la gente, es decir, que han perdido su alma. El bostezo de esta mañana me lleva hasta el borde derecho del Torrens River. Las futuras madres empujan carros imaginarios que todavía están vacíos, las abuelas no pueden tirar de dos niños a la vez, porque la mano del mayor quiere despegarse de la suya y el peso del pequeño dentro del carro real le hace sudar demasiado. Los ciclistas vestidos de oficinista llegan tarde a su trabajo, porque tanto esfuerzo a las 9:30 de la mañana no debería estar justificado. Las estatuas de mármol no beben nada, no bostezan. Están quietas como en casi todo el mundo.  


Hay países  en donde las estatuas de mármol son capaces de beber leche. De eso me enteré el otro día. En septiembre de 1995, en la India, miles de fieles seguidores hindús atravesaron el país para llegar al templo donde se había consumado el milagro. Una estatua de mármol con la cabeza en forma de elefante, representando al Dios Ganesha, empezó a beber la leche que le ofrecían sus fieles seguidores en cucharas de plata. La noticia se contagió como los bostezos, siempre que no hay un asesino en medio para cortar la cadena,  y fue en ese momento cuando todos los hindús del país fueron hasta ese templo. Y dentro de esos miles de fieles seguidores se encontraba una de mis compañeras de clase. Ratji vio cómo la estatua de mármol del elefante que representa al Dios que ella cree, se bebía la leche que ella le daba con una cuchara de plata. No pude aguantar las ganas de preguntarle un montón de cosas:

“¿De verdad que si le ponías la cuchara en la boca se bebía la leche?”
“Si, yo lo vi”, me contestaba ella.
“Pero, cómo le dabais la leche. Hacíais una cola y cada uno le daba una cuchara”, mi incredulidad divina no dejaba de inquietarme.
“Si, yo lo vi”, volvía a contestarme.
“Pero…y no se empachaba de tanta leche. Igual tenía intolerancia a la lactosa…”, ojalá mi nivel de inglés hubiese sido mejor para seguir interrogando a Ratji. Pero ella no salía del “sí, yo lo vi”. Y claro, esa conversación  en medio de una clase de inglés es difícil de llevar. Me hubiese encantado preguntarle un montón de cosas:
“Si prefería la leche fría o caliente”. “Si no creían que con un poco de cola cao estaría más rica”. “Si la pobre estatua no prefería mojar galletas Príncipe, por eso de que ella era una divinidad y con el tema real estaría más cerca de la familia”.
Infinidad de cosas que deberán esperar hasta que mi nivel de inglés mejore. Además, creo que a Ratji no le hacía demasiada gracia mis sarcasmos. Aquí la divinidad Ganesha.

Mi boca ha dejado de bostezar desde que el sol está pegado a mi espalda. Estoy esperando a Lorena sentado al borde del rio Torrens. Esta  mañana ella tenía una importante reunión del proyecto contra el cáncer con una farmacéutica de la Universidad de Adelaide. Son las 10:00 am en Adelaide de otro soleado día de verano. En España muchos estaréis pensando en iros a la cama. Son las 0:30 de la noche y ese bostezo que acabáis de hacer ahora es síntoma de que os tenéis que ir adormir. Un poco de leche de la manera que más os guste y a soñar con estatuas de mármol con cabeza de elefante.

martes, 21 de diciembre de 2010

13/12/10 Me falta una U y las patas de la mesa

Si tienes que terminar de montar una casa con muebles del Ikea antes de que finalice el domingo, lo mejor es tomarte un buen desayuno para coger fuerzas el resto del día. Eso hicimos ayer por la mañana. Ir a una cafetería del centro de Adelaide y pedir un par de desayunos completos de los que hacen daño al hígado, estómago y riñones, pero que te dejan sin ganas de probar bocado hasta las ocho de la tarde.
También te puede pasar que llegue una familia kilométrica y se sienten justo detrás de ti, para celebrar que hace pocos días que ha nacido un nuevo bebé. Eso sirve para hacer conjeturas de quién es pareja de quién. Porque una familia como la que se sentó detrás nuestra, lo hace de forma aleatoria, sin seguir un orden de parejas normal. Así que Lorena y yo nos dedicamos a unir parejas que resultaron no ser reales.
“El alto de la camiseta a rayas, es el marido de la que acaba de parir”, o “la que va de moderna, es la madre de la niña de cazadora lila y botas rosas”, y hasta puedes juntar a un tipo que se parece a Paquirrin con una rubia demasiado guapa para él y que tiene una hija idéntica a ella.
El resultado deja mucho que desear. Solo acertamos con la última pareja (la de la rubia y el doble de Paquirrín), porque el alto es el marido de la moderna y la que acaba de parir es la madre del que parece el  hermano de Paquirrín, vamos el Fran Rivera de turno. Un mero entretenimiento antes de ir a lo que nos interesa.

Nos quedan pocas cosas por montar en casa. El botellero para vino, los cajones del mueble del comedor, el escurridor de platos y la mesa con las sillas y su butaca del jardín.
Lorena ha llevado el mando a la hora del montaje de muebles. Tiene más experiencia y confío ciegamente en ella. Todos los muebles están perfectamente ensamblados, lo último que nos queda por montar es la mesa del jardín y sus asientos. Allá vamos.

Sacamos todas las piezas de la caja de cartón, que debe pesar una tonelada, y comprobamos que esté todo. Lorena entonces, suelta:
“Nos falta una U y las patas de la mesa”.
Si ella dice que le falta una U, es que nos falta una U. Así que volvemos a meter todas las piezas en la caja de cartón y nos la llevamos de regreso al Ikea. Nuestra tienda favorita hasta el momento.
                                                    Esta es la supuesta  U.
                                                     Y estas son las patas de la mesa sobre la silla del jardín.
El camino hasta el Ikea son 20 kilómetros desde Mawson Lakes, que es el mismo que habrá que hacer cuando alguno de vosotros venga de visita. El Ikea está al lado del aeropuerto de Adelaide, y es la primera imagen que veréis de Australia.
Devolvemos la caja de cartón con todas las maderas desperdigadas y vamos a por otro paquete de mesa y asientos de jardín. Es barato y no podemos perder este ofertón, así que volvemos a meter la pesada caja en nuestro coche y regresamos a casa. Lorena chequea el contenido de la caja y me mira con cara de: “no me mates, pero creo que antes la cague”. Me explica que se había confundido con el contenido de la caja, que la U que reclamaba no era una parte de la butaca, sino que eran las patas de la mesa, y  lo que creía que eran las patas, eran otra parte de la mesa.

Después de todo lo bien que lo ha estado haciendo como ingeniera principal del montaje de los muebles de casa, yo que le hago de técnico de montaje pelado, no tengo porque enfadarme. Además, es una buena anécdota para contaros hoy a todos.






Finalmente la mesa y las sillas del jardín están bien colocadas en su sitio.
Eran las 19:00 cuando terminamos de montar los últimos detalles de la casa. Ya nos queda poco antes de irnos a vivir allí. Así que teniendo en cuenta que en España eran las 9:30 am, qué mejor forma de desayunar que en un jardín con una mesa que tiene patas en forma de U.


lunes, 20 de diciembre de 2010

12/12/10 Éxito del deporte español en Adelaide

L.D.M
Enviada Especial en Adelaide (Australia)
The Country, 12-12-2010

Nuestro deporte ha vuelto a marcar un hito a nivel internacional. La prestigiosa carrera de 10 kilómetros que cada año se celebra en Adelaide: Christmas Caper Asma Fundation, ha contado con la participación de nuestro futuro Ironman, Sam Corcobado. El actual “papel de aluminio Man”, como a él le gusta definirse, ha quedado en una honrosa 10  posición general, con un tiempo de 39:43, segunda mejor marca personal en  la distancia.
La mañana se levantó fría en la ciudad. Los participantes iban llegando al lugar indicado para la salida, el Pinky Flat Torrens Lake, uno de los parques más bonitos de Adelaide, de forma escalonada. Nuestro “papeldealuminioman”, llegó temprano al recinto acompañado por su fan número uno: Lorena. Los atletas iban llegando escalonadamente al punto de control y recogida de dorsales. El recorrido era un precioso paseo bordeando el Torrens River por ambas riberas. La salida fue a las 8:00 am, y todos los atletas tomaban sus posiciones.
Momentos previos antes de la salida a la carrera. Nuestro atleta haciendo ejercicios de estiramientos vitales para la buena carrera que realizó.

La carrera empieza con los favoritos estirando rápidamente el pelotón. Sam se queda a final del grupo principal y sigue su ritmo. Se encuentra bien y no quiere desgastar rápidamente el plátano y la manzana que desayunó está mañana antes de tiempo. Poco a poco va adelantando atletas. El grupo de cabeza se mantiene firme. La primera chica del pelotón se alía con Sam y con un atleta japonés para tratar de atrapar a uno de los atletas australianos más en forma de la actualidad. Marcan un buen ritmo y se van relevando perfectamente. Consiguen atraparlo a falta de 2 kilómetros para el final. El australiano corre en casa, así que la primera chica, el japonés y Sam intentan no dejarlo marchar. El último kilómetro se desata la autentica furia del atleta local. Arranca con mucha potencia sin que la chica ni Sam puedan hacer nada por atraparle. El japonés hace 500 metros que fue incapaz de seguir el ritmo endiablado del grupo y se descolgó. Al llegar a meta, Sam, que es todo un caballero, deja que la chica pase delante de él. Se saludan por la buena carrera realizada y recogen los alimentos de avituallamiento para reponer fuerzas por el esfuerzo realizado. El plátano y la manzana de esta mañana, deben estar en la uña del dedo gordo del pie izquierdo.


 
Llegada triunfal de nuestro atleta internacional, comiéndose una especie de yogurt con miel que según sus palabras estaba delicioso.
 
El deporte español ha vuelto a dejar constancia de su buen estado de forma. Primero fue Nadal con sus títulos en tenis, luego la selección española de fútbol con su campeonato del mundo y ahora nuestro futuro Ironman en tierras australianas demostrando que el deporte español no tiene fronteras.

Lorena, la fiel seguidora de nuestro atleta, sonríe a la cámara al quedarse con el dorsal del atleta como recuerdo. “Creo que me firmará un autógrafo en cuanto salga de la ducha”, dijo la fan.

Seguiremos contando los éxitos de nuestro deportista en tierras australianas. Son las 10:00 am en Adelaide, cuando en España los relojes ya marcan las 0:30 de la noche. Es buena hora para homenajear a nuestro atleta con un desayuno de hotel, de esos de huevos, bacon, tostadas, mantequilla  y café con leche bien grande. Buenas días Australia, buenas noches España.