Nos espera un día largo. Anoche nos acostamos casi a la hora española de dormir y hoy por la mañana no había quien nos sacase de la cama. Pero siempre hay un motivo diferente para levantarse. Hoy el motivo fueron los golpes en la puerta de unos nudillos musicales. El mismo ritmo que nos hizo levantar hoy, era idéntico al que utilizó nuestro abuelo australiano Bryan.
“Son los abuelos que nos vienen a desear Merry Christmas”, le digo a Lorena.
“Teníamos que haber ido a visitarlos antes; menudos nietos que estamos hechos”, me contesta Lorena mientras nos vestimos para abrir la puerta.
La culpa pesa 85 kilos encima de nuestras espaldas. “Menudos nietos…”, pensamos los dos mirándonos a los ojos antes de respirar hondo y abrir la puerta.
El abuelo Bryan nunca fue picador en la mina, y la cara del adolescente con la que nos topamos al abrir la puerta, nos deja una extraña mezcla de alivio y sorpresa que no esperábamos. El chico empieza a contarnos que hoy es el día más caluroso en los últimos 20 años en South Australia. Yo no entiendo nada de lo que está diciendo y en mi cabeza empiezan a sonar tambores y trompetas, hay chicas bailando y haciendo girar sobre sus manos bastones enormes, una comparsa gaditana cantando chirigotas y el perro de Pavlov que se ha escapado de un experimento con chocolate amargo.
Lorena me traduce lo que dice el chico.
“Creo que quiere enseñarnos una oferta de su compañía eléctrica”.
“Vale”, le respondo mientras dejo descansando a la comparsa.
El chico entra en casa. Es una pena que en la fotografía que le hago no se pueda distinguir bien su pinta de adolescente trasnochado.
Poneos en situación. Es 31 de diciembre. Son las 12:30 del mediodía y en la calle el termómetro marca 39ºC. O sea, que el día tiene fiebre. El chico anoche salió hasta las 3 o 4 de la madrugada, se emborrachó y sus ojos están completamente rojos. Lleva un esparadrapo blanco en la parte superior de su oreja izquierda. Por supuesto es para tapar el piercing que lleva. Es como si Lorena fuese a trabajar todos los días con un esparadrapo en la nariz.
El chico reconoce que lleva 6 cafés encima y tiene ganas de terminar su trabajo. Nos explica la oferta de su empresa: “Simply Energy”. Lorena lo escucha con atención y en mi cabeza las animadoras de las chirigotas gaditanas lanzan su batuta hasta casi tocar el techo de mi cabeza. Les digo que paren un momento y me concentro en entender al chico.
“Y con nuestra empresa tendréis una factura más barata”, es lo que viene a decir si hago mi resumen.
Lorena le pide que haga unos cálculos comparando los precios con la tarifa que tenemos con nuestra actual compañía: Tru Energy.
El chico se hace la picha un lío calculando las tarifas y al final resulta que su compañía es un dólar más cara que la que tenemos contratada nosotros. Sus hombros se caen hacia delante. Sus ojos parecen cristalizarse y la chirigota ganadora en mi cabeza habla de lo malo que es el vino en las personas abstemias.
La cara de derrota del chico es un poema. De desamor. Le decimos al chico que lo sentimos mucho, pero que casi que nos quedamos con lo que tenemos.
“I understand you”, o sea que lo entiende, nos dice. Evidentemente.
Lo acompañamos hasta la puerta y le deseamos un feliz año. Casi sin girarse nos desea también un feliz año. La comparsa ganadora de chirigotas de mi cabeza recoge el premio en forma de un beso de buenos días de Lorena.
“¿Y los abuelos?”, me pregunta.
“Pues habrá que visitarlos algún día”, le respondo sin ruidos extraños dentro de mi, mientras noto el calor en mi cara que entra de fuera.
Os llevamos más de 30 grados centígrados de diferencia, las 9 horas y media de rigor y centenares de animales diferentes que no podrían vivir allí se pasean por casa sin ningún tipo de complejo. Escribo ya en el 2011 lo que nos pasó el año pasado. Muchos de vosotros estáis celebrando ahora la entrada del nuevo año (son las 5:05 am) y nosotros vamos a comer que ya son las 14:35 pm. 39ºC, hay fiebre ahí fuera.
Me reí un montón,con la chirigota.Si te fias de lo que ofrecen.... es tremendo. mami
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