Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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domingo, 9 de enero de 2011

01/01/11 Mi primera Nochevieja en la playa

Si me da por mirar el reloj a las 11:11:11 del 1 del 1 del 11, me sale una lista de “unos” que asusta. Peor será hacerlo a la misma hora pero del día 11 de noviembre (11) de éste año (11). Otro día hablo de este tipo de listas de números correlativos que te puede salir si miras el reloj a una determinada hora en un día especial.
Estrenamos década (¿cómo se llamará ahora?, los felices años 10). Estrenamos día y estrenamos fiesta de despedida y entrada de año.
Los vestidos largos de fiesta, los trajes de rayas horteras,  las corbatas y abrigos negros que llegan hasta la rodilla se quedan en el otro hemisferio. Aquí la temperatura invita a irte a la playa. Vestirte con bermudas, camiseta negra de manga corta y chancletas de plástico como mucho. Volvemos a tener cena internacional: italianos, argentinos, un suizo, un francés, 3 taiwaneses y nosotros. Estamos invitados a la fiesta de despedida de fin de año en casa de Fabio, Claudio y Caterina, en Glenelg. Lorena ha preparado una lasaña de verduras que deja a todo el mundo con la boca abierta. Jonhatan, el chico francés, no deja de repetirme que soy un tipo con suerte.
“Pero, esto lo ha hecho ella. Eres un tipo con mucha suerte. Mi novia solo sabe cocinar pasta con aceite…”, me suelta mientras vuelve a coger otro trozo de lasaña.
“Lo sé, lo sé”, le digo mientras bebo un trago de la única cerveza que me tomaré esta noche. Soy un tipo con suerte y además, responsable.
La cena termina media hora antes de la llegada del nuevo año. Nos vamos hasta la playa con nuestra bolsa de uvas en la mochila. Resulta que en Francia también tienen la misma costumbre que nosotros de despedir el año con las doce uvas de la suerte y Jonhatan las ha traído. En el paseo hasta la playa le vamos explicando al resto de amigos de qué va eso de las uvas. Hay una pareja de taiwaneses que se lo están pasando bomba con nuestras extrañas costumbres. Alucinan cuando nos besamos al saludarnos, les encanta que hablemos tan alto o los gestos que hacemos; les encanta sentirse occidentales por un día.
“Nunca había estado con tantos occidentales en un mismo sitio”, me dice Cindy, la chica taiwanesa, mientras su frente está repleta de sudor, mezcla de los nervios y el calor. 
El momento de las uvas está a punto de llegar. Hay una orquesta en el centro de la plaza que está al lado de la playa, y el presentador de la fiesta da la cuenta atrás antes de la llegada del nuevo año: Doce, once, diez…Cada uva va entrando en mi boca de una forma perfecta. Me como las doce y ya estamos en un nuevo año. Los fuegos artificiales salen desde el Jetty de Glenelg.  Lorena también se termina sus uvas y el beso de “feliz año nuevo” es más largo que ningún otro.
Estamos felices. Encendemos bengalas, bailamos, bebemos un poco de cava australiano importado de Francia (o de champán francés con nombre catalán que viene de Italia, no importa) que está escondido dentro de nuestra toalla verde de la playa. Un trago no me hace daño y sigo siendo un tipo con suerte y responsable.
La orquesta toca las canciones más bailables que conocen en este hemisferio. Nos sirven para demostrar que los latinos estamos hechos para bailar. Los taiwaneses alucinan al vernos disfrutar de la fiesta. La chica le dice a Lorena lo bien que bailamos, y si ella puede bailar también igual como nosotros. Lorena le dice que solo se tiene que fijar en mis movimientos y ya está.”Tu, haces lo mismo que hace él,  lo imitas y ya está”. Fabio y yo hacemos un dúo bailarín digno de “Dirty Dancing”y la gente que pasa a nuestro lado nos desea un “Happy New Year” que apesta a alcohol.

 
Media hora después de haber empezado el año, el grupo toca su última canción. Nos quedamos con ganas de más fiesta, pero hasta aquí llegó lo que se daba. Si queremos más fiesta, tenemos que ir a un pub o discoteca, y compartir con adolescentes borrachos un trozo minúsculo de pista.

Nos quedamos un poco chafados, pero no pasa nada. Los taiwaneses y el francés deciden irse a casa. Ya han tenido suficiente. Pero antes de despedirnos, toca el momento álgido de la noche.

Fabio y yo estamos hablando de bañarnos en la playa. Se ha levantado mucho viento y no apetece demasiado, pero seríamos capaces de hacerlo. Lorena nos dice que “no tenemos colloni” mientras con sus manos se acerca a mis “colloni” haciendo ver que me los toca como comprobando que no tengo. Ya me entendéis lo que hizo Lorena, ¡no?. Pues en esto que Cindy, la taiwanesa, ve a Lorena hacer eso y se le abren los ojos como nunca en su vida lo podrá hacer.
“¿Por qué hace eso?”, nos pregunta a todos.
Caterina, que es muy rápida e ingeniosa dice la frase del día:
“Esta es la manera de desear mucha suerte y feliz año en España”…
La taiwanesa suelta un “aaahhh”  sonoro y se queda más tranquila mientras a nosotros nos da un ataque de risa. Ya me imagino lo que irá explicando,  o peor aún haciendo, cuando diga a sus amigos taiwaneses de qué manera nos deseamos suerte y feliz año en España.

Eran las 4:30  de la mañana en Adelaide cuando en España todavía no habíais preparado las uvas para comerlas, ni siquiera os habíais tocado los cojones para desearos feliz año nuevo. Pues eso, a tocarnos los cojones todos y todas, para desearos mucha suerte y un feliz año nuevo. 


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