Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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lunes, 3 de enero de 2011

26/12/10 Los lápices del Ikea beben calimocho

Puedes convertirte en cleptómano si vas demasiado al Ikea. Eso de poder coger lápices con punta afilada sin ningún tipo de miramientos y sin que nadie te diga nada es una tentación demasiado grande. Es como el alcohólico que quiere dejar de beber y va cada día al mismo bar. El  camarero ya le tiene preparada la copa de vino tinto en el mismo sitio en el que siempre se sienta. No hacen falta palabras. El alcohólico coge su copa, se la lleva a la boca y se la bebe sin pestañear. Mientras el vino va atravesando su cuerpo, va repitiendo en su cabeza que esa será su última copa de vino: “Mañana lo dejo”. Y llega mañana y se vuelve a sentar en el mismo lugar, con otra copa de vino delante preparada para beber. Lo mismo me pasa a mi cada vez que entro en el Ikea. Entras dentro y lo primero que te encuentras es esa montaña de lápices afilados preparados para que te acerques a ellos y los cojas. Igual que hace el alcohólico delante de su copa de vino, me voy repitiendo que no debo hacerlo, que son los últimos lápices, que ya tengo bastante. Pero nunca se tiene bastante cuando se trata de coger lápices de Ikea. “Uno más y lo dejo”, voy pensando  mientras me meto el penúltimo lápiz dentro del bolsillo de mi pantalón vaquero. La solución más fácil para el alcohólico y para mí sería dejar de ir al mismo bar y dejar de ir al Ikea, respectivamente. No sé qué demonios hará el alcohólico, pero espero que hoy haya sido nuestro último día de Ikea en muchos meses. Hemos ido a buscar el colchón que nos faltaba para la cama del dormitorio y ya no habrá más tentaciones en forma de lápices de punta afiliada para mí. 

Volvemos a casa con ganas de descansar, pero el teléfono de Lorena tiene un mensaje de Mariana, la chica argentina que conocimos ayer en la comida de Navidad internacional. Nos invita a celebrar el cumpleaños de su marido Maxi, en un parque de Brighton. Este tipo de eventos cuando eres nuevo en un país no pueden dejarse pasar. Es como cuando estás soltero y te llaman para cualquier tipo de fiesta. No puedes decir que no porque estás abierto a conocer a cualquiera, ya sea interesante o no. Sin tiempo para dejar los lápices afilados en su sitio, volvemos a coger el coche y nos vamos a la fiesta de cumpleaños de Maxi. Brighton está a unos 30 kilómetros de Mawson Lakes, al lado de la playa. Llevamos una botella de vino tinto y un lápiz de Ikea en el bolsillo. El parque dónde hemos quedado está lleno de familias que preparan barbacoas para empezar a cenar a las 5 de la tarde. Nuestros nuevos amigos están esperando que un grupo de chicas borrachas terminen de freír sus salchichas. Los niños juegan en los columpios mientras  sus padres los vigilan desde la distancia. La botella de vino ya no tiene dueño. El grupo que ha venido a celebrar el cumpleaños de Maxi, que también resulta ser el de su cuñado Leo, es muy amplio. Tres parejas de argentinos de nuestra edad con dos niños cada uno, una pareja de chilenos con otros dos niños y nosotros como artistas invitados sin nada que cantar. Yo ayudo a los chicos a freír las hamburguesas, las salchichas y el pan para los bocatas en una de esas barbacoas gratuitas que hay en muchos parques de Australia. Lorena juega con alguno de los hijos de nuestros nuevos amigos y me fijo en el grupo de chicas borrachas que antes ocupaban la barbacoa. A  parte de un evidente problema con el alcohol, también tienen un problema de sobrepeso. Aquí es algo normal. Mucha gente come mal y la mayoría roza la obesidad. Me pregunto si les pasará lo mismo que me ocurre a mí cuando voy al Ikea con los lápices, o al borracho delante de su copa de vino.  Seguro que su mente les dice que hoy debería ser el  último día que comiesen esas salchichas grasientas, pero sé que lo volverán a hacer. Porque ese tipo de tentaciones son difíciles de superar.

Argentina nos acoge en nuestra primera barbacoa australiana como parte de su familia. La botella de vino se hace amiga de la Coca Cola en forma de calimocho y las chicas borrachas se terminan sus salchichas sin remordimientos. El lápiz del Ikea está tan afilado que ya me he pinchado un par de veces los dedos al meter mi mano en el bolsillo. Son las 10:31 de la mañana del domingo en Buenos Aires y aquí acaba de empezar el lunes (0:01 de la madrugada). Y mañana seguro que lo dejo.

2 comentarios:

  1. es toda una tentacion ese lapiz no puedes parar de robarlo....

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  2. Los lapicés son un vicio!!!!siempre la caja llena y kieres coger y coger!! Y nunca se acaban los joios!!1jojojo..........

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