Todo empezó con un error vocal. “Picking” no es lo mismo que “Packing”. La vocal equivocada vino de un error de mi oído. O quizás de un error de la boca de Mía, la chica taiwanesa que me llamó anoche para decirme que tenía un hueco para mi, por si quería trabajar de “Picking Cherry”(entendí yo), cuando lo que me dijo fue para ser “Packing Cherry”.
Lo que me quedó claro es que tenía que estar a las 5:30 am enfrente de su casa.
“Os vendrán a recoger para ir a trabajar con las cerezas”, dijo Mía al final.
La alarma del despertador sonó a las 4:45 de la madrugada, lo que no sé si eso significaba que estaba madrugando demasiado o que todavía no había tenido tiempo suficiente de pillarle el gusto a dormir.
5:29 am. Llega un coche silencioso a la puerta de la casa de Mía. Me subo dentro porque no hay más opción que esa. También se suben Jonhatan y Cécile, la pareja de franceses que viven en la casa de Mía. El camino hasta el lugar de “Picking o Packing Cherry” queda a una hora de Mawson Lakes. El embrollo vocal se soluciona cuando llegamos al sitio. Estamos en medio de la nada, delante de una fábrica destartalada y la chica que parece la encargada del lugar me dice si estoy preparado para “Packing Cherry”: O sea, que me toca seleccionar cerezas durante 8 horas, sacando las malas de las buenas”.
“¿Y lo de recoger cerezas en el campo, sintiendo la naturaleza australiana a mi alrededor?”, pregunto al viento sin que nadie me haga caso.
“Tú te pones ahí (me señala hacia una plataforma por dónde irán pasando millones de cerezas de todos los tamaños, colores y formas), y quitas las que veas feas. Las buenas son para empaquetar (Packing: la vocal correcta era la: A)”. La i esta vez no funcionó.
Somos una banda de camboyanos trabajando por 13 dólares la hora y no vamos a ver el sol en todo el día. Me pongo mis guantes de látex, me coloco en mi lugar y espero que las cerezas vayan pasando por mi lado. La rueda empieza a girar cada vez más deprisa. Las cerezas, después de media hora de pasarles la mano por encima, empiezan a tomar formas extrañas en mi cabeza. De repente me parecen manzanas diminutas, luego son castañas antes de asar, o aceitunas Arbequinas con hueso y lacito verde. Todas salen de una especie de baño químico que las “limpia” de los insecticidas con los que se han rociado para matar a los mosquitos o bichos que se las quieren comer. Las cerezas huelen a cualquier cosa menos a cerezas. Los dedos se me empiezan a congelar, la espalda y el cuello necesitan un Shiatsu urgente, pero soy un camboyano privilegiado que tiene trabajo y sonrío todo el rato.
Cada tres horas tenemos un descanso de 15 minutos. El primero a las 10:00 para desayunar una barritas de cereales que por suerte no tienen cerezas. Creo que las empiezo a odiar ligeramente. A las 13:00 nos dejan 30 minutos de reloj para comernos el bocata sin cerveza y a las 15:30 recogemos la última cereza correcta para empaquetar.
Nunca fui muy amante de las cerezas. 9 horas después del Packing, selección y toqueteos diversos, las odio a muerte. Si alguna vez tengo una oferta de trabajo en una fábrica de chocolate, sea de lo que sea, voy a tener que rechazarla. No me imagino a mí mismo dejando de comer chocolate por algo tan poco gustoso como el dinero.
Creo que después del trabajo duro de hoy, los camboyanos y yo nos vamos a la cama. Son las 18:15 en Phnom Penh (Camboya) y la siesta de nuestros compatriotas será para mí el momento adecuado para dejar el colchón de la cama temblando. Intentaré no soñar con cerezas, cosa que creo será imposible.
siempre puedes irte de vacaciones a ibiza para poder entrar en pacha y poderte tomarte un cocktail que lleve zumo de cerezas...
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