Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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martes, 18 de enero de 2011

11/01/11 Eso que suena debe ser el vendedor de helados

Cada noche, antes de cerrar los ojos y ponernos a soñar, Lorena y yo nos damos un beso de buenas noches y nos decimos  un “hasta luego” como si nos fuésemos a ir muy lejos. Luego llegan los sueños raros antes de que la alarma del móvil diga que hay que volverse a levantar.

El Sueño Raro.
Estábamos en un concierto de Los Planetas sentados al lado del batería. Eric tocaba la batería totalmente acostado, estirando los brazos como si estuviese cazando moscas con las baquetas. A nosotros nos parecía lo más normal del mundo. A J., el cantante, se le seguía sin entender nada de lo que decía al cantar y la gente estaba tumbada en el césped de un parque, boca abajo, moviendo los brazos como si estuviese nadando. En el momento álgido del concierto, le entregamos un pastel de cumpleaños al batería. Cumple 50 años, sopla las velas y sigue matando moscas con las baquetas. El concierto termina y nosotros nos vamos a casa, paseando por el parque. Nos cruzamos con una chica que juega al fútbol como Messi y canta una canción con el siguiente estribillo: “me querías, me medías y como no era suficiente para ti, te ibas con mi amiga…”.

6:46 am: Biipii Biipii Biipii
Algo suena dentro de casa. El sueño raro se ha ido a la parte del cerebro donde tengo guardado otros sueños raros que soñaré algún día.
Me despierto y lo primero que me viene a la cabeza es: “¿Qué coño hace el vendedor de helados a éstas horas por la calle, cuando los niños todavía están durmiendo?”.
Me levanto de la cama y me asomo a la ventana. No hay ningún vendedor de helados en la calle. El sonido ha desaparecido. “Debe ser parte del sueño”, pienso y me meto en la cama.

6:56 am: Biipii Biipii Biipii
Sé que el vendedor de helados no ha sido. Ahora pienso que alguien ha conectado un timbre en casa y lo está probando. “¿Quién se dedica a ponernos el timbre en casa a éstas horas?”, mi conciencia se empieza a dar cuenta que la realidad que me dice mi cabeza esta equivocada.
Lorena se despierta inspirada. “Debe ser la batería del detector de humos, que se le estarán gastando las pilas”, me suelta sin inmutarse. Yo la miro desde la ventana de la habitación mirando hacia la puerta para ver quién nos quería poner el timbre a éstas horas.
Busco el detector de humos. Está justo en la entrada de la habitación. “No lo podían haber puesto en el centro del comedor”, voy pensando mientras cojo una silla del comedor para desconectar la pila del detector o lo que sea que nos ha fastidiado el sueño.
El pilotito del detector de humos esta verde, pero cada 10 minutos pasa a rojo y pita.

7:06 am. Biipii Biipii Biipii
Saco la maldita pila del detector de humos y todavía suenan sus últimos coletazos. Como si tuviese vida propia y se estuviese retorciendo de dolor antes de expirar. “Muérete maldito detector de humos”, le digo. “Biipii…" me contesta resignado antes de emitir un ligero silbido que es su último soplido antes de perecer.
“Lo conseguimos, ya nos podemos ir a dormir”.

08:00 am. Tiruri tiruri tirurí…
La alarma del despertador del móvil de Lorena empieza a sonar un minuto después de que mis ojos hayan conseguido cerrarse. Ya ni me resigno. Me levanto, preparo el desayuno y vuelvo a pensar en la frase de Lennon: “La vida es aquello que nos va sucediendo mientras nos empeñamos en hacer otros planes”. La reescribo pensando en nuestra experiencia australiana: “La vida es aquello que nos pasa mientras van sonando alarmas a nuestro alrededor” (Sam Corcobado, los dos primeros meses de su estancia en Australia).

Ya son las 9:52 de otra mañana sonora en Mawson Lakes, a las 0:22 de España podéis empezar a soñar con vendedores de helados que hacen sonar sus campanitas para hacer feliz a los niños. Espero que sea una noche calurosa, necesitada de helados de fresa y chocolate en vuestras bocas. Yo no os molesto con ninguna alarma; a dormir y a soñar.

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