El trayecto desde casa hasta el trabajo de Lorena dura menos de una canción de Radiohead. Si el semáforo que cruza Salisbury Highway está en rojo, podemos escuchar el “15 Step” por vigesimonovena vez para terminar de odiarla totalmente para el resto de nuestra vida. Las canciones que algún día nos parecieron perfectas pueden terminar en la lista de canciones odiadas si pasan de un límite de ser escuchadas. Dejo a Lorena en la puerta del Instituto y las colegialas me saludan desde el patio con la mano. Soy el novio mayor que lleva a la chica al instituto en coche y todas sus compañeras la envidian. “Es tan mayor tu novio; ya tiene hasta coche…”, le gritan todas. (Fin de la licencia literaria y de sueños. Al escribir “Instituto” mi cabeza me llevo a otro sitio). Sigo. Lorena va al Instituto Ian Wark a trabajar. Nada de carpetas con fotos de cantantes y actores guapos, lo suyo es serio. Lo mío no.
Vuelvo a casa escuchando Radiohead porque al CD no le da tiempo de terminarse en éstos trayectos tan cortos. Aparco el coche en la puerta de casa y veo que debajo del felpudo hay un bulto sospechoso. Por supuesto, lo primero que pienso es que ha anidado una serpiente venenosa debajo del felpudo, que si la toco se va a abalanzar contra mí, me va a morder y voy a morir irremediablemente en la puerta de casa. No tengo antídoto, los vecinos trabajan y tengo el iPhone dentro del coche. “Tienes que ser valiente”, me digo, mientras busco un palo o algo que pueda mover lo que hay debajo del felpudo. No encuentro ningún palo. “Tú puedes”. Mi corazón empieza a latir más rápido. Me acerco, piso el felpudo con cuidado y la serpiente no se mueve. Los pocos pelos de la espalda que tengo se ponen de punta. “Tengo que depilarme”, pienso y respiro hondo. Salto sobre el felpudo con toda la velocidad y fuerza que me da el miedo. Si voy lo suficientemente rápido la serpiente no tendrá nada que hacer. Machaco el bulto que hay debajo del felpudo y la serpiente no se mueve.
Salto sobre el bulto una y otra vez. “Muere maldita serpiente”, salto y el bulto emite un crujido que parece venir de una caja rota. “Ya está, ya pasó”, me digo al bajarme del felpudo. La he machacado. Levanto lentamente el felpudo. No hay ninguna serpiente. He estado pisoteando un sobre marrón que pone nuestra dirección: 5 Otway Crescent, Mawson Lakes. Somos la familia Ha.
Mi cabeza a veces hace cosas que no debería. Tenemos un sobre que viene desde el Reino Unido para la Familia Ha. “Abre el sobre”, me dice el guionista de mi vida. “Espera. Igual es una bomba y tienes que cortar un cable antes de que explote. Es el cable rojo. Pero espera hasta que falten dos segundos y lo cortas”, mi guionista rectifica y yo ingenuamente acerco la oreja al sobre por si suena el tic tac de un reloj. Nada.
No debería hacerlo, pero abro el sobre y descubro que tenemos dos niños. “Tío, no deberías haberlo hecho”, lo pienso mientras descubro que alguien desde el Reino Unido ha enviado regalos para dos niños, envueltos en papel de regalo del oso Winnie y sus amigos.
Me siento mal y vuelvo a meterlo todo en el sobre. Cojo celo y lo cierro como si no hubiese pasado nada. “La familia Ha no lo va a notar”.
Salgo a la calle y voy por cada casa del barrio para ver si encuentro a la familia Ha. Nadie es la familia Ha. Todos me sonríen y me dicen que la dirección que pone en el sobre coincide con nuestra casa. “Ya lo sé, pero nosotros no somos la familia Ha”, le digo a cada vecino. El vecino de enfrente, un indio que siempre que me ve me saluda y se despide con un “Adiós” muy simpático, tiene claro que ese sobre es para nosotros.
Igual nosotros somos la familia Ha y no sabemos que tenemos dos hijos. Entro en casa y llamo a los niños para comer. Nadie me hace caso. “Deben estar jugando en el parque”, me pongo el delantal y preparo unos espaguetis con tomate y atún que tanto nos gustan.
Igual nosotros somos la familia Ha y no sabemos que tenemos dos hijos. Entro en casa y llamo a los niños para comer. Nadie me hace caso. “Deben estar jugando en el parque”, me pongo el delantal y preparo unos espaguetis con tomate y atún que tanto nos gustan.
Son las 14:15 en esta parte de Australia, tengo hambre y dos hijos que alimentar. Los espaguetis ya están listos y “estos niños siguen sin venir a comer”, espero que a las 4:45 am (qué hora más mala para desvelarse) todos tengáis claro cómo se llama vuestra familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario