Llevo una vida de estudiante tan ajetreada, que ni siquiera tengo tiempo de levantarme de mi sitio, pedirle a la señorita de información dónde está el lavabo y sentarme tranquilamente en el lugar adecuado para deshacer la vida interna que me oprime. (Menuda forma estúpida de decir que me estoy cagando). Estoy delante de la pantalla del ordenador de la State Library y no me atrevo a dejar mi lugar, por miedo a perder mi sitio. Los ordenadores para simular exámenes están tan demandados que no puedo jugarme el sitio por esas minucias.
A mi lado se sienta otro estudiante ajetreado. Este no ha tenido tiempo de ducharse en diecinueve días y 500 noches. “Sabina, rescátame de la inclemencia del estudiante postrado a una silla que no sabe que hay que ducharse, sobre todo si es verano”.
Me levanto porque no aguanto el olor del sobaco de mi compañero. No por ningún otro motivo.
Levantarse y dejar tus cosas encima de la mesa está permitido en las bibliotecas australianas. Aquí no te van a robar, o por lo menos la gente que está por esos menesteres del robatorio debe estar ejerciendo en sitios más lucrativos. Por si acaso, me llevo todo mi material al servicio y dejo el ordenador encendido en la parte de Listening que (casualidades de la vida) estaba escuchando.
Al regresar a mi sitio después de liberar la opresión, me encuentro a un colega de mi compañero sentado en mi sitio. Me acerco intentando que mis ojos se encuentren con los suyos. Levanto las cejas. Me mira y se gira hacia su amigo. Hablan algún dialecto procedente de la parte sur de Sri Lanka o del norte del Congo Belga. Se miran y me ignoran
“Sorry, pero este era mi sitio”, les digo con mi mejor sonrisa Allbran.
“Oh, oh...sorry, only a moment”, me dice el tipo que está sentado en mi sitio.
Entonces veo como está terminando la parte de examen que yo estaba haciendo.
Le vuelvo a decir Sorry, pero sin que me apetezca que me perdone nada.
“Perdona, pero ese examen lo estaba haciendo yo”, le digo sin sonreír.
“Oh, oh... sorry, sorry...” y le da al botón de grabar el ejercicio.
“Tío, pero que ese puto ejercicio lo estaba terminando y me estaba quedando casi perfecto, y ahora mi puntuación no va a ser real”, todo esto no se lo digo, lo pienso e intento darle a entender algo parecido, con una mirada acompañada de resoplido y lengua fuera que se muerde el labio y estira los pelos de la barba con mala leche.
El tío no deja de decirme “Sorry”, pero tampoco se levanta.
Estoy por llamar a la simpática funcionaria (esta era muy agradable, seguro que come Allbran cada mañana) que me dijo donde estaba el lavabo y pedirle que se lleve al usurpador de exámenes de mi sitio. Justo en el momento que me giro para llamarle, el tipo se levanta de mi silla. “Oh, oh...sorry, sorry...”, me vuelve a repetir. Le digo que “si, que vale”, pero me ha fastidiado el trabajo de la última media hora por culpa de apretar el botón que no debía tocar.
El tipo se levanta y se queda de pie junto a mi brazo izquierdo. Tengo su culo a medio centímetro de mi codo. Si me diese por bostezar en plan exagerado, con levantamiento de brazos y estiramiento de espalda, mi codo izquierdo recorrería completamente toda la entre nalga del tipo que tampoco se ha duchado en 500 días y 19 noches, o como sea que era la canción. No respiro hondo, porque sería mi final. La parte de la cabeza que se comunica con mi nariz se desconecta por un momento. “No huelas nada, no te vuelvas a ir a Sevilla, por lo que más quieras”. Mantengo mi cuerpo en apnea los siguientes 50 minutos, consiguiendo un record mundial que nadie va a poder corroborar. Termino mi examen un momento antes de que los dos tipos se vayan. Si me levanto ahora mismo me caigo desmayado. Mi cerebro necesita oxigeno puro, un nuevo sitio donde estudiar o que los alumnos que se están preparando el IELTS se duchan por lo menos una de cada cinco veces que piensan que lo deberían hacer.
Todavía tengo que mirar el reloj de mi iPhone para saber que si ahora son las 12:36 del mediodía en Adelaide, en España estáis durmiendo a pierna suelta, porque solo son las 03:06 am. Estudiantes del mundo: uníos y ducharos cuando vayáis a la biblioteca.