Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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jueves, 3 de febrero de 2011

28/01/11 Un buen día (II)

El Positivismo es una corriente o escuela filosófica que afirma que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico, y que tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación positiva de las teorías a través del método científico
Esta es la definición de Wikipedia. Para mí, el positivismo es la corriente o escuela filosófica que te obliga a sonreír incluso en los peores días. Soy tan Positivista que en mis ojos ya hay surcos de felicidad (lo que las estrellas del cine llaman “patas de gallos”), que me tienen en perpetua alegría, a pesar de que las cosas, en un día como hoy, no hayan sido demasiado positivas.

9:30 am. Lorena termina el último autodefinido fácil del libro que nos trajimos de España. Ahora tendré que volver a mirar las soluciones en las últimas páginas, sintiéndome mal por hacer trampa en los juegos que siempre son de azar.

9:32 am. Lorena coge las llaves de repuesto del coche:
“Es que Holland (un Postdoc chino que trabaja con ella), se va a comprar un coche, y le dije que si quería podía dejarle el nuestro para que hiciese prácticas antes”, me dice.
“Claro, no problem. Yo lo aparco en el parking de la estación de trenes y si lo necesitas, lo coges”, por supuesto, le digo yo.

10:35 am. Llevo más de media hora sentado en los asientos de la estación de trenes. No ha pasado un sólo tren desde que llegue. Ni para arriba, ni para abajo. Estudiar para el IELTS Test en la State Library es lo principal ahora. Un tatuaje enorme con forma de persona nos comunica que hoy no hay trenes hasta las dos de la tarde. “Por problemas técnicos o porque Nadal perdió su partido contra Ferrer”, creo que dice el tipo.
La marabunta de gente que hay en la estación nos damos la vuelta y esperamos que llegue el próximo autobús a la ciudad.

10:50 am. El autobús lleva tanta gente dentro, que la punta de mis zapatillas imita al protagonista del “Cascanueces”, quedándose de puntillas, pero sin pantalones blancos apretados ni algodón en la entrepierna. Mantengo 30 minutos la postura y llego a la parada que se supone que me toca. Aprieto el botón de “parada solicitada”. El autobusero se la pasa. “Tío, que tengo que bajar aquí”, le digo telepáticamente. El “aquí” es medio kilómetro más lejos.

11:20 am. Después de la caminata bajo el sol de verano, llego al frío congelador de la State Library. Le pido a la bibliotecaria el ordenador para mis prácticas y me dice que hoy, debido a la gran demanda de gente, solo tengo una hora para utilizarlo.
“Con una hora no hago ni la cuarta parte de  lo que quiero”, pienso.
“Ese es tu problema chavalote”, debe pensar ella.
Me siento en mi ordenador y cuando empiezo a entender lo que me están preguntando, el dedo índice y corazón de la misma bibliotecaria de antes, me tocan mi espalda quemada por el sol.
“It´s Time”. Así, sin más. Ha pasado una hora y no me he dado cuenta.

13:30 pm. Me quedo por la State Library intentando mirar algo por Internet. “Hoy la conexión a internet gratis no funciona”, me dice otra bibliotecaria cuando le pregunto por qué no me puedo conectar a la Red.
Abatido, pero con una sonrisa de oreja a oreja me voy a la estación de trenes. “A partir de las 14:00 los trenes vuelven a funcionar”, me digo con mi espíritu positivista.

14:35 pm, El tren que me tiene que llevar a Mawson Lakes suele salir por la vía 8 o la 9. Miro a qué hora sale el siguiente. “Retraso de 25 minutos en todos los trenes”. El letrero de información no suele equivocarse. Una sonrisa y paciencia.

15:35 pm. Llego a la estación de Mawson Lakes. El sol a esta hora de la tarde es insoportable. Busco el coche en el parking de la estación y por muchas vueltas que le doy, no lo encuentro. “Lorena está enseñando a conducir al chino”, pienso antes de que se derrite una parte de mis neuronas. La llamo, pero en el teléfono siempre  sale la voz irritante de la tele operadora diciéndome que el teléfono está apagado o fuera de cobertura, o algo asi. Resignado, encamino mis pasos hacia casa antes de que me convierta en un charco de sudor. Justo en la mitad del camino, veo a lo lejos, como nuestro coche se cala. Dos veces. Tres. El chino nunca ha llevado un coche con marchas. Me quedo en el semáforo esperando a que pasen y me puedan recoger. Lorena tiene cara de “por qué me he metido yo en éste sarao” y no me ve. Levanto los brazos, grito un “Eooo” desesperado que el resto de coches escuchan pero el que tiene que escucharlo no. Carcajada y suspiro. “Vamos a casa, antes de que esto vaya a ir peor”, me digo.

16:30 pm.
“Me puedes acompañar al Ikea, que tenemos que comprar una cortina que no deje pasar la luz para el laboratorio”, me dice Lorena por teléfono.
“Cómo”, oír Ikea era lo último que esperaba hoy. Casi había desaparecido de mi vocabulario. “Al Ikea, claro, mi vida, claro”, le contesto con el núcleo positivo del positivismo.

22:00 pm. Regresamos a casa con la cortina que no dejará pasar una partícula de luz en ningún lugar del laboratorio. Aparcamos el coche y dejamos los trastos encima de la cama. Con mi mejor sonrisa le digo a Lorena que casi mejor que nos vayamos a dormir. Que días tan intensamente positivos cómo estos no deben ser buenos para la salud.

Qué importa la hora que sea hoy en Australia, si en cuánto la mire sé que algo genial me va a pasar. Pongamos que en España son ahora las…17:30, si no tenéis que tapar ningún laboratorio con cortinas negras, es que NO estáis en el Ikea, y eso ya es una buena noticia.

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