Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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domingo, 20 de febrero de 2011

13/02/11 The IELTS Test (II)

12:01 am
El guardián del aula nos invita a salir de la mazmorra en forma de clase en dónde hemos estado las últimas tres horas y dos minutos. La batería de mi autoestima esta al 56% y la de mi iPhone al 74%. Necesito llamar a Lorena para decirle que todo va bien. Antes tengo que buscar el horario de la última parte del examen. El examen oral.
Es fácil buscar tu nombre en una lista donde sólo hay Chu, Cheon, Chohan o apellidos similares. El más largo siempre es el mío. Ahí estoy. A las dos y media tengo que estar otra vez en el mismo lugar que me encontraba ahora.

Tengo tiempo para comer la comida basura que me apetezca. Con menos de 5.50 dólares puedes disfrutar de hamburguesa, patatas, coca cola pequeña y helado de chocolate. “Qué más puedo pedir. Rápido y seguro”.A pesar de que los dedos grasientos nunca fueron buenos compañeros de los libros.
Tengo menos de una hora antes de volver a la mazmorra y decido irme al lugar que más he visitado en las últimas semanas. La State Library.
Mi mente se entretiene con la gente que habita los sofás de descanso de la State Library. Hay tipos que duermen a pierna suelta, gente que mira al techo con la cara de estar pensando en a quién se le ocurrió poner el aire acondicionado a ésta temperatura hibernal. Pero sobre todo hay dos tipos a los que  no puedo dejar de mirar.
El primero se levanta de su sitio, se quita los zapatos de escalador y se sienta en el suelo. Empieza a mover la cabeza de un lado a otro como iniciando los ejercicios típicos de un atleta profesional haciendo estiramientos. Ahora los gemelos, luego el cuádriceps, la rodilla por aquí, el cuello por allá.

El segundo parece que se esté riendo a carcajadas, pero a medida que va pasando el tiempo, me doy cuenta que lo que está haciendo es llorar a moco tendido. Parece que este escribiendo una carta de suicidio y que de un momento a otro vaya a desaparecer de mi vista. Antes de que lo haga, miro el reloj y decido que es hora de irme al examen oral.

Me vuelvo a encontrar con el filipino. Parece que le ha ido bien todas las partes del examen que a mí me han ido mal y viceversa. Nuestra conversación se queda estancada en el número de respuestas diferentes que puedes darle al examinador cuándo te pregunte de qué trabajas.
“Estoy por decirle que soy torero o bailaor”, le digo al filipino.
“Yo creo que le voy a decir que soy domador de circo”.
Nos reímos de lo gracioso que puedes llegar a ser cuando estás nervioso, justo en el momento que pasa la “chica” que es idéntica a Mister Bean. Ella podría trabajar de doble en las acciones de riesgo de las cosas que le pasaban al actor inglés.

14:25 pm.
Vuelvo a dejar mis cosas en la sala habilitada para eso. Busco el aula dónde me van a examinar y espero relajado en una silla. Es como estar en  la sala del dentista. No difiere mucho. Vamos a tener que superar un examen oral pero sin que me metan ninguna cánula en la boca que aspire los restos de sangre por las putadas que le pudiesen hacer a mis dientes.
La examinadora sale de su agujero con cara de pocos amigos. Por un momento creo que me va a arrancar las muelas del juicio, pero en cuanto me siento en la silla y no veo ningún aparato para que enrede con mis dientes, me siento mejor.
La examinadora se presenta. Se llama Dolores Gutiérrez  y a parte del nombre tiene toda la pinta de ser sudamericana. Estoy por decirle que yo lo que realmente domino es el español, que nos dejemos de tonterías en inglés y hablemos nuestro idioma materno; pero aquí no estamos para eso.
Nombre completo, estudias o trabajas, qué significa para ti lo que haces en la  vida, te gusta el cine, con quién te gusta verlo… La entrevista se parece más a una conversación de barra de bar, pero enseguida todo cambia. Una vez pasas la primera parte del Speaking, te toca hablar de un tema aleatorio que ella te propone.
“Quiero que me hables de la ciudad más ruidosa en la que has estado”. Tengo dos minutos para explicarle a la dentista sin bata blanca en qué lugar del mundo he sentido que el ruido era más insoportable.  “Y qué le digo ahora”, voy pensando dentro del minuto que tengo para prepararme la charla.
“Ya está. Le cuento el viaje a Estambul”.
La boda en agosto, el amigo turco que nos dejó la casa de su madre, los bares ruidosos. Ya tengo tema para dos minutos y lo que me echen. Luego vienen preguntas sin sentido de cómo afecta el ruido a las personas y si antes la gente vivía mejor sin coches. Todo parece tan surrealista como suena. Diez minutos después de empezar el examen me dice que ya está. Estoy a punto de preguntarle de qué país viene, pero es mejor dejar las cosas como están. Le deseo un buen día, le doy la mano y me salgo de la consulta.

Salgo de la sala de espera y le deseo a mi amigo filipino que le vaya muy bien. “Dile que eres  un actor secundario famoso en tu país o que fuiste asesor de belleza de Imelda Marcos cada vez que se iba de compras”, estoy por decirle, pero me lo quedo para mí y salgo del edificio con la sensación de haberme quitado un buen peso de encima.


Eran las 15:20 cuando el tren que salía de Adelaide salía del andén número 9. La batería de mi autoestima vuelve a estar al 100%, pero la batería de mi iPhone ya ha bajado al 62%. Media hora de tren y estoy de vuelta a casa.

2 comentarios:

  1. es totalmente mister bean....es mister mean,menos mini yo,menos la division molecular de torrebruno,mas imelda marcos

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  2. Poquito a poco, se hace el camino, tu llegarás
    campeón. mami

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