Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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lunes, 28 de febrero de 2011

21/02/11 Gracias por venir

Imaginaos que los personajes sobre los que hablo en el blog, se pusieran un día a leer lo que escribo sobre ellos. Que un día paseando por la ciudad, me viene la chica que es idéntica a Míster Bean y me dice:
“Oye, tú eres un cabroncete; mira que decirme que me parezco a ese tío tan feo…”, me diría enojada.
Y yo la miraría fijamente y cómo puedo mentirle, con esa cara.
“Chica, perdona, lo siento mucho; a partir de ahora seré respetuoso con el pobre actor inglés”, y saldría corriendo para que no me pegase con el bolso.
O me encuentro con la pareja de ingleses con los que fuimos al cine al aire libre el mes pasado: aburridos, sosos, con mal gusto cinéfilo (mira que decir que la película de Julia Roberts era buena). Y la chica me suelta.
“Tienes que respetar los gustos de la gente inteligente; no cómo tu que te gusta esa bazofia de “Seven”, con la cabeza cortada de la pobre mujer de Brad Pitt…, no puedo seguir, sigue tú cariño…”, y la chica gimoteando, le pasa el testigo a su pareja que me acabaría diciendo.
“Eres un maleducado, que pretendes hacer “gracia” metiéndote con la gente inteligente como nosotros”, me diría con los dedos índice y corazón todavía imitando las comillas que tanta gracia hacen cuando las representas.
“Pues nada chicos, como sois tan inteligentes, y yo tengo memoria de pez globo…y vosotros quién coño sois”, y les dejo con su aburrida inteligencia mirando mi dedo que apunta al cielo rosado.

Pero también puede pasar que haya criticado (levemente) a alguien que luego se transforma en tu amigo y te va a vacilar cada vez que te  lo encuentres.
Resulta que la primera vez que nos encontramos con Maxi y Mariana (nuestros amigos argentinos), fue en la comida de Navidad en casa de Fabio y Caterina (grandes chicos italianos, por si acaso leen esto). Para alabar lo buena que estaba la comida de Lorena, critique al resto de platos traídos por los otros invitados. Y cuando llegó el momento de comentar el Pionono (o Brazo de gitano) que habían traído ellos, escribí que estaba: “Aceptable con vocación de mejorar”. Y claro, los argentinos aunque hablen así, con el “vos” y sus cosillas diferentes, pues entienden bastante bien el español. 


Pero como son unos chicos estupendos y sin rencor, el domingo pasado nos invitaron al cumpleaños de Mariana. Fuimos a casa de Sole, Leo, Layla y Liam, que leído así de seguido, es como una conjunción de Eles encadenadas que queda estupendamente bien.
Bueno, pues llegamos a la casa de nuestros amigos argentinos y en la puerta nos encontramos con una pareja que también parecían estar invitados a la fiesta. Nos presentamos educadamente: él es un chico encantador, majísimo y educado, del cual no recuerdo el nombre; y ella, una chica monísima a la par que educada también, y de la que tampoco tengo ni idea de cómo se llama. Nada más entrar y después de los saludos pertinentes, Maxi me vacila durante un buen rato sobre mi metedura de pata por criticar su exquisito Pionono de inmejorable calidad. Si nadie ha probado el Pionono de Maxi y Mariana, no sabe lo que se pierde.
Siguen llegando invitados a la fiesta. Una pareja colombiana la mar de majos, un par de chicas japonesas muy simpáticas, nosotros, los propietarios de la casa, un pez con ojos saltones, la batería de Liam o la muñeca Talía de Layla.

Las conversaciones se van salpicando con empanadas argentinas que no hace falta que diga cómo están. Yo me entiendo perfectamente con el chico que nos encontramos en la puerta de la casa. Voy pensando que mi inglés está mejorando tanto que ya entiendo perfectamente al chico australiano. Pero no, vuelvo a meter la pata.
Resulta que el chico no es australiano, es alemán de quinta generación y viene de la profunda Selva Negra. Chasco número 1. Mi nivel de inglés es todavía tan bajo que no soy capaz de distinguir el inglés de un alemán  que el inglés de un australiano.

Como quiero estrechar lazos con todo el mundo, durante un buen rato me quedo hablando con Fernando, el chico colombiano. Llega el momento de tomar café y por supuesto, Fernando comenta las excelencias del café colombiano y de cómo se trajo en las maletas un buen cargamento de su  café. A veces es mejor quedarse callado cuando a tu mente vienen según qué palabras.
“Y qué, también te trajiste cocaína, no”, le suelto al chico.
Él se queda con cara de póker y noto que le ha hecho la misma gracia que un examen de próstata realizado por un médico rural con dedos como salchichas australianas. Pero disimula bien e incluso me sigue hablando. Chasco número 2.

Pero a mí como  lo que me gusta son los tríos, quiero decir, los triatlones o cosas que sean triples. Dejo el chasco número 3 para el final.

Llega el momento de despedirse. Todo ha estado a la altura de lo esperado y más allá. Las empanadas eran exquisitas, el pastel de chocolate y dulce de leche (que puedo decir con esos ingredientes), rico, rico. Las patatas chips del supermercado, elegantes, los cacahuetes duros y firmes…vamos que todo estaba de pelotas.
Besos a las chicas, abrazos machotes a los chicos y cuando me estoy despidiendo de Leo, el cuñado de Maxi y copropietario de la casa, no se me ocurre otra cosa que decirle:
“Bueno, Leo, pues nada, muchas gracias por venir”, así, con la neurona haciendo surf en una playa con tiburones. Como si yo fuera el propietario de la casa y estuviera imitando a Lina Morgan: “Agradecida y emocionada, solamente puedo decir, Gracias por Venir”.

En fin, que ya es muy tarde por aquí. Son las 22:05 en South Australia y en homenaje a los amigos argentinos, que espero que nos sigan invitando a su casa a partir de ahora, en Buenos Aires deben ser las 8:35 de la mañana. Ah, y una última cosa Maxi: Messi no se merecía este año el balón de oro, ni de coña.

domingo, 27 de febrero de 2011

20/02/11 II Challenge Triathlon in Australia

Como bien sabe mi hermano, lo más importante el día de un  triatlón no es llevar barritas de chocolate, tener las ruedas de la bicicleta bien hinchadas o llevar las zapatillas con cordones fáciles de atar. Lo realmente importante es salir de casa habiendo visitado el váter como mínimo una vez. Esta mañana he conseguido acabar un triatlón fisiológico en menos de media hora en los dos lavabos que tenemos en casa. ¿Nervios? ¿El cocido de Lorena de anoche?  ¿El plátano con demasiadas pintitas negras?
No importa, he acabado mi particular triatlón fisiológico y me siento bien.

Volvemos a West Lakes para que yo haga mi segundo Triatlón Challenge. Como somos puntuales conseguimos dejar la bicicleta y demás utensilios en la fila 1 de la zona de transición. Lorena me pide que vayamos a buscar alguna cafetería que esté abierta para poder pasar mejor el tiempo. El único sitio abierto en la zona es un McDonald´s que hay junto al estadio de Fútbol Australiano de West Lakes.
Lorena se pide un McCafé cargado, un McZumo de naranja y un McSandwich de jamón y queso. Mi barriga no está para que le entre nada. Entro en el lavabo del McDonald´s y dejo un McTruño Completo que deja mi cuerpo, ahora sí, preparado para mi segundo triatlón en Australia.


Sin más dilación y dejando el tema escatológico totalmente cubierto, empiezo el relato de mi segundo triatlón en Australia.

9:18 am, 800 metros Swim.
Cinco minutos antes de que den la primera salida del día, empieza a llover. La gente que viene a acompañar a los colgados triatletas, se meten debajo de los pocos paraguas que se ven en la zona. Lorena se queda conmigo debajo de un árbol. Hace viento y la mejor forma de resguardarse de la lluvia para mí, es meterme dentro del agua. Beso de buena  suerte y al lago. La temperatura del agua es perfecta. A todos los triatletas que están a mi lado les cubre el agua por encima de la cintura. El agua está extrañamente caliente. Van saliendo todos los competidores por edades. Otra vez soy el último. Diez segundos, cuenta atrás y a nadar. Ningún australiano de los que nada junto a mí lo sabe, pero el presentador de la prueba ha dicho en un inglés de Sídney perfecto, que para amenizar la competición de hoy han metido a un par de crías de tiburón blanco en el lago. Ese pensamiento es el que tengo después de enterarme que hace un par de días dos tiburones blancos devoraron a un buceador en South Australia. Por suerte no me encuentro con ninguno de los dos tiburones, pero por si acaso nado los 800 metros más rápidos que recuerdo en mi vida: 14:14. Salgo del agua y a por la bicicleta.


9:32 am, 25.2 Km Cycle
La lluvia se hace intermitente durante el recorrido en bici. La primera vuelta no llueve. La segunda llueve. Y la tercera no llueve. Ecuación fácil para negados en matemáticas y estadística. En cuanto me calzo las zapatillas de ciclista, el efecto pata de palo se hace evidente. El juez que controla que no sobrepases la línea blanca montado en la bici, me deja por imposible después de que me repita diez veces que no lo tengo que hacer. Sobrepaso la línea blanca encima de la bici y recorro los kilómetros del circuito tres veces. En la primera vuelta coincido con los buenos. Con los que han salido en la primera salida y van a 50 km/h montados sobre Ferraris de verdad. Uno de esos buenos pasa por mi lado como si uno de los tiburones hubiese salido del lago y estuviese a punto de comerle las piernas.  En la primera curva cerrada que te encuentras en el circuito, el tipo del Ferrari seguido por el tiburón se deja los dientes contra el asfalto de  la carretera y está a punto de provocar que más de uno nos vayamos al suelo. Lo evito y sigo mi camino con un punto menos en los piñones. Por si acaso. Termino las tres vueltas a un buen ritmo y dejo mi Cannondale en su sitio, para terminar el desafío de hoy corriendo los últimos 6 kilómetros. 


48:47 minutos después de coger la bicicleta, 6 km Run.
Lo mejor del circuito corriendo es que tienes vasos de agua cada kilómetro. Nada más salir de la zona de transición, te dan un vaso de agua que me lanzo por encima de la cabeza y así quitarme los restos de sal que entran en mis ojos. Lorena está animándome en cada momento. Hasta me dice guapo después de cada foto que me hace. “¿Guapo yo?”.Guapa ella, que le sienta genial el polar que lleva puesto para resguardarse del frío. Ahora llega el momento “Brother”. Me he apuntado mentalmente todos los números que me han ido adelantando en la bici. 803, 675, 828… Los triatletas que antes eran ciclistas, me dejan siempre atrás. La bici es mi parte mala. Pero como yo sé reservar mis fuerzas para el último tramo, empiezo la caza del número adelantado. Aunque no sea una competición contra nadie y lo importante sea conseguir llegar a meta con la satisfacción de haber  terminado mi segundo triatlón en Australia. 27:42 minutos después de haberme calzado las zapatillas de correr, traspaso la línea de meta con un tiempo final de 1h32:40.

Como primer español clasificado en este II Challenge Triathlon recibo de premio una manzana Golden, medio plátano de Canarias y un vaso de agua. Ya tengo un premio más que añadir a mi amplio palmarés de Triatleta español en Australia. El próximo desafío, dentro de muy poco.

Son las 12:20 del mediodía en Adelaide mientras las piernas me están pidiendo que hoy, por favor, no le haga caminar demasiado. Estoy sentado en un sofá muy cómodo de la State Library. En Vigo, los celtistas están durmiendo líderes en la Segunda División del fútbol español. “Aupa Celta y los celtistas”.


sábado, 26 de febrero de 2011

19/02/11 Ni debajo del agua

Lorena ha empezado a hablar también por las noches. Mientras duerme. Los que la conocéis sabéis que es imposible aburrirse con ella. Hay un momento en cualquier situación donde esté ella que empieza a hablar. O estás tomándote unas cervezas y parece que nadie tiene ningún tema del que hablar. No pasa nada. Lorena sale al rescate de la situación y te cuenta algo. El resto es historia.
Ahora que tengo la infinita suerte de dormir a su lado, he descubierto que habla muchas noches. Lo más divertido es que dependiendo de cómo le haya ido el día, de qué hayamos visto en la televisión o de qué haya sucedido en el mundo, ella se transforma en un nuevo personaje y habla como si fuera él. Con el estrés de la nominación a los premios para este blog, ahora me cuesta dormir, o me despierto a media noche sin saber qué hacer para volverme a dormir. Pero como tengo a Lorena a mi lado, no me aburro. Incluso hay días que me pongo el despertador a las 3 de la mañana para saber en qué personaje se ha transformado hoy. Os resumo los personajes que ha sido Lorena esta semana mientras dormía.


Noche 1.
Lorena está hablando de micromoléculas que se desplazan por un estrecho microcanal de 50 micras de ancho. “Y si ponemos un poste de 20 micras de alto entre cada parte de los canales, podremos atrapar las células de cáncer…”, evidentemente hoy no se ha transformado en ningún personaje. Sigue hablando de su proyecto. Como ya sé de qué  va el proyecto, a los cinco minutos me vuelvo a dormir.

Noche 2.
Me despierto por un grito de desaprobación de Lorena. “Ahora no puedes decirlo”. Por un momento creo que está despierta. Le contesto. “El qué no puedo decir”. No me hace caso y compruebo que hoy es mi profesora particular de inglés.
“No puedes decir "What the hell" cuando veas que las manzanas del mercado han subido de precio…”
“What the hell”, pienso yo y me pongo a dormir.

Noche 3.
Una nota en Do sostenido (o Fa menor, no importa la nota) sale de la voz aterciopelada de Lorena a las 2:30 de la madrugada. Es la última concursante del nuevo programa de tele realidad del canal 9 de la televisión australiana. “Soy Lorena de España y os voy a cantar una muñeira que canta mucho mi abuela: “Mi mama no quiere que vaya al molino, porque el molinero se mete conmigo; se mete conmigo y me quita la falda, mi mama no quiere que al molino vaya…”
El público aplaude a la nueva estrella de la canción internacional. Es la nueva Susan Boyle, pero evidentemente en guapa. Espectacular éxito de la muñeira gallega en Australia. En el momento de las votaciones finales, me quedo dormido. Seguro que ha ganado.

 
Noche 4:
Me pongo el despertador a la hora punta de las actuaciones de Lorena. Hoy está incorporada en la cama,  sentada, apoyada sobre la almohada y con el brazo derecho estirado.

“¡Quiero dormir! ¡Dormir más que vivir!
En un sueño, como la muerte, dulce,
Estamparé mis besos sin descanso
Por tu cuerpo pulido como el cobre.”

Reconozco esos versos. Son de “Las flores del mal” de Baudelaire, que vienen muy a cuento para éstos momentos. Dejo que termine el resto del poema y con mucho cuidado la coloco bien en la cama para que siga durmiendo.
“Ya pasó, ya pasó”, le digo mientras le acaricio la cabeza, aplaudo emocionado por la actuación  y  la coloco de regreso a  la almohada. Ser un poeta maldito del siglo XIX es duro.


Noche 5.
Como mejor cocinera del mundo, Lorena tiene a su cargo un restaurante con 4 estrellas Michelin del que tiene que controlar que todo funcione a la perfección.
“Ponme allí un poco de sal”, dice levantando la mano izquierda. “Aquella salsa necesita un poco más de pimienta”, subiendo la mano derecha. Está oliendo su propia creación, y sonríe. “Pinche, corta cebolla para la paella”, parece que me dice mientras se gira hacia mí. Por si acaso, me hago el dormido y espero que la paella y el resto de platos estén a la altura de las 4 estrellas.

Noche 6.
No necesito ponerme ninguna alarma para despertarme esta noche. Las patadas que recibo de Lorena son suficientes. Esta buceando en la Gran Barrera de Coral y sus piernas se mueven debajo de las sábanas como si  llevara aletas. Hoy es difícil entenderla: “Glu glu glu…”, “glu glu glu…”, pero sigue diciéndolo sin  parar. Moviendo las piernas y dándome golpes en las espinillas. “Glu, glu, glu…”.
No parece que vaya a entender esta noche mucho de lo que me dice siendo una buceadora con mascarilla y aletas. Me levanto de la cama (o Gran Barrera de Coral) y me voy a dormir al sofá. Mis espinillas y tobillos lo agradecerán.

Noche 7.
Igual que dicen los creyentes que hizo dios al crear el mundo…El séptimo día, Lorena, descansó.
 
Hoy elijo 3 ciudades donde hay gente genial que ya deben estar durmiendo: en México son las 0:01 am, mientras que en Boston son las 2:01 am o en Buenos Aires ya son las 4:01 am; todos durmiendo. A mi lado, Lorena está mirando una película de Harry Potter y no duerme. A las 17:31 del mismo día que en el resto de ciudades anteriores, el que se va a quedar dormido soy yo.