Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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viernes, 5 de noviembre de 2010

31/10/10 Cena romántica en Adelaide

Después de una primera semana dura de trabajo y estudio, la mejor forma de terminarla es yendo a un romántico restaurante a cenar.
Son las 19:30 y casi todos los restaurantes de la zona están llenos. Nos quedan dos posibilidades para elegir: un restaurante hindú casi vacío o un restaurante francés en donde todavía quedan un par de mesas libres. Lorena, que tiene un gusto exquisito para todo (no hay más que verme), elige el restaurante francés. La noche es fría y lluviosa, y si tardábamos un minuto más en entrar en el restaurante francés, nos quedábamos sin cena romántica.

El gran Stevie Wonder nos aconsejó hace años que si bebías, no debías conducir. Pues yo tengo un consejo que dar: si estáis cansados, arrastráis mocos y constipado desde hace días, tomáis pastillas para combatirlo y os pedís un vino tinto australiano (uva Shizar, afrutado pero sabroso en el trago, o alguna de las tonterías que dicen los sumilleres); la posibilidad de quedaros dormidos es muy alta.
Sí, ya sé que suena triste, pero después de un par de copas de vino, me empecé a quedar irremediablemente dormido. No penséis que la velada era aburrida. Nada de eso. Tenemos tantas cosas que contarnos cada día que casi no nos dejamos hablar el uno al otro, pero esta noche yo notaba que mis ojos no aguantaban más de tres frases seguidas.
Por suerte, la parte romántica de la noche la puso la pareja que teníamos justo detrás de nosotros. El camarero trajo la cuenta junto a una sospechosa caja que no venía a cuento. El chico le pidió a ella que la abriese. Y allí estaba: el anillazo del amor. Ella se levantó y le contestó lo que todos estábamos esperando: “Yes, yes, yes…”. Solo faltaron las lágrimas y los aplausos de los presentes. 

Yo seguía con mi ataque de narcolepsia pero pude ver como llamaban a sus respectivos padres y suegros para darles la buena noticia. Se pasaban el teléfono y la chica repetía una y otra vez que estaba “so happy”. Justo cuando la romántica noche empezaba a terminar, tuve la decencia de pedir la cuenta para invitar a cenar a Lorena (eso era lo mínimo que podía hacer). Y a pesar de que tenía razón para enfadarse, me perdonó al salir a la calle porque la abracé fuerte y así evite que el  frío de la ciudad se apoderase de ella. Aquí sí que estuve bien. El frio me despejó y llegué a casa teniendo claro una cosa, en la próxima cena romántica, nada de pedir vino australiano; pediremos un albariño que a mí me anima mucho más.

Por cierto, esta noche habéis dormido una hora más,  y  ahora estáis una hora más lejos de aquí. Ya son 9 horas y media las que nos separan. Son las 23:10 en Adelaide, las 13:40 en España.



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