Skype te hace la vida más fácil. Este debería ser el eslogan de uno de los mayores inventos creados por Internet. Conseguir hablar con la familia de forma gratuita, mientras los ves en el despacho de su casa o en el comedor, no tiene precio.
Nos encontramos con un chico catalán que trabaja para la televisión en las retrasmisiones de motos, que vuelve a Barcelona desde Melbourne encantado con su estancia en Australia.
Los pies ya zombis nos llevan a la puerta de embarque de nuestro vuelo:
Adelaide 23:50 SQ 279 Gate: A21.
Cruzamos los dedos para no encontrarnos de compañera de vuelo a ninguna abuela que sea capaz de mantenerse sentada en su asiento sin moverse durante 7 horas. Por suerte, tocan dos asientos que no debemos compartir con nadie: 54 A y 54 C. Así que podremos levantarnos cada cinco minutos si nos apetece sin molestar a nadie.
Intentamos dormir, pero en seguida nos traen la cena. Los trayectos largos en avión no son buenos para el estómago. Puedes desayunar a las 2:00 de la mañana o cenar a las tres de la tarde. Ya solo nos queda un desayuno antes de aterrizar y la isla continente de los canguros será nuestra.
Son las 4:00 de la mañana y la azafata nos trae el enésimo desayuno a deshoras. Frutas, mantequilla australiana, zumo poco natural de naranja y un pastelito con sabor a piña muy rico.
Amanece en el nuevo continente y desde la ventanilla del avión solo se ven enormes parcelas de tierra verdes, marrones, naranjas; a veces se ve la costa, con playas vírgenes donde no hay nadie.
Aterrizamos en Adelaida a las 9:00 am, para pasar un exhaustivo control policial y de aduanas que consiste en tener que separarnos en dos colas diferentes. Están los australianos y los neozelandeses en una cola y el resto del mundo en otro. Nuestra cola está llena de asiáticos, hindús, vietnamitas, coreanos, japoneses… y nosotros. No sé si pilláis el momento, pero nos sentimos un poco fuera de lugar.
Por fin traspasamos los controles con todos los papeles en orden, y cuando esperamos que alguién del trabajo de Lorena nos venga a buscar con el mítico cartel donde ponga Ms. Diéguez o Corcobado Family o the spanish guys, o algo así, nos encontramos con que el jefe de Lorena está sentado comprobando su mail con el iPhone y nos tenemos que hacer los despistados hasta que mira hacia nosotros y nos reconoce. Benjamin es muy agradable y nos lleva a casa con su coche. En menos de 15 minutos tenemos las maletas fuera de su coche.
Más papeles para rellenar para conseguir que nos den las llaves de nuestro apartamento en Adelaide. La puerta 224 nos esconde un apartamento pequeño, pero acogedor en donde tendremos que estar los próximos tres meses.
Dejamos las maletas y empieza un día duro: lo primero es hacerse con una cuenta de banco.
ANZ estás son las siglas de nuestro banco australiano: Australian New Zealand Bank. Y ahora un poco de envidia. Tener una cuenta corriente aquí, con la nómima y nada más nos da un 4.5% de intereses. Y si nos da por ahorrar un poquíto: en 6 meses y con una cantidad mínima de 5000 AUS$ (dólares australianos), nos dan un 6% de intereses. Sin comentarios.
La tarde se nos echa encima y volvemos a casa como si fueran las tantas de la madrugada. Nos metemos en cama y tardamos menos de un segundo en quedarnos dormidos.
Son las 18:00 de la tarde en Adelaide, las 10:30 am en Barcelona.
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