Fin de la Primera Parte de las aventuras de Lorena y Sam en Australia. Si quieres saber cómo nos va:

Y ahora, ¿Cómo es el invierno en Australia?

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lunes, 31 de enero de 2011

25/01/11 No te vayas a Sevilla si comes Allbran

Llevo una vida de estudiante tan ajetreada, que ni siquiera tengo tiempo de levantarme de mi sitio, pedirle a la señorita de información  dónde está el lavabo y sentarme tranquilamente en el lugar adecuado para deshacer la vida interna que me oprime. (Menuda forma estúpida de decir que me estoy cagando). Estoy delante de la pantalla del ordenador de la State Library y no me atrevo a dejar mi lugar, por miedo a perder mi sitio. Los ordenadores para simular exámenes están tan demandados que no puedo jugarme el sitio por esas minucias.
A mi lado se sienta otro estudiante ajetreado. Este no ha tenido tiempo de ducharse en diecinueve días y 500 noches. “Sabina, rescátame de la inclemencia del estudiante postrado a una silla que no sabe que hay que ducharse, sobre todo si es verano”.
Me levanto porque no aguanto el olor del sobaco de mi compañero. No por ningún otro motivo.

Levantarse y dejar tus cosas encima de la mesa está permitido en las bibliotecas australianas. Aquí no te van a robar, o por lo menos la gente que está por esos menesteres del robatorio debe estar ejerciendo en sitios más lucrativos. Por si acaso, me llevo todo mi material al servicio y dejo el ordenador encendido en la parte de Listening que (casualidades de la vida) estaba escuchando.

Al regresar a mi sitio después de liberar la opresión, me encuentro a un colega de mi compañero sentado en mi sitio. Me acerco intentando que mis ojos se encuentren con los suyos. Levanto las cejas. Me mira y se gira hacia su amigo. Hablan algún dialecto procedente de la parte sur de Sri Lanka o del norte del Congo Belga. Se miran y me ignoran
“Sorry, pero este era mi sitio”, les digo con mi mejor sonrisa Allbran.
“Oh, oh...sorry, only a moment”, me dice el tipo que está sentado en mi sitio.
Entonces veo como está terminando la parte de examen que yo estaba haciendo.
Le vuelvo a decir Sorry, pero sin que me apetezca que me perdone nada.
“Perdona, pero ese examen lo estaba haciendo yo”, le digo sin sonreír.
“Oh, oh... sorry, sorry...” y le da al botón de grabar el ejercicio.
“Tío, pero que ese puto ejercicio lo estaba terminando y me estaba quedando casi perfecto, y ahora mi puntuación no va a ser real”, todo esto no se lo digo, lo pienso e intento darle a entender algo parecido, con una mirada acompañada de resoplido y lengua fuera que se muerde el labio y estira los pelos de la barba con mala leche.
El tío no deja de decirme “Sorry”, pero tampoco se levanta.
Estoy por llamar a la simpática funcionaria (esta era muy agradable, seguro que come Allbran cada mañana)  que me dijo donde estaba el lavabo y pedirle que se lleve al usurpador de exámenes de mi sitio. Justo en el momento que me giro para llamarle, el tipo se levanta de mi silla. “Oh, oh...sorry, sorry...”, me vuelve a repetir. Le digo que “si, que vale”, pero me ha fastidiado el trabajo de la última media hora por culpa de apretar el botón que no debía tocar.
El tipo se levanta y se queda de pie junto a mi brazo izquierdo. Tengo su culo a medio centímetro de mi codo. Si me diese por bostezar en plan exagerado, con levantamiento de brazos y estiramiento de espalda, mi codo izquierdo recorrería completamente toda la entre nalga del  tipo que tampoco se ha duchado en 500 días y 19 noches, o como sea que era la canción. No respiro hondo, porque sería mi final. La  parte de la cabeza que se comunica con mi nariz se desconecta por un momento. “No huelas nada, no te vuelvas a ir a Sevilla, por lo que más quieras”. Mantengo mi cuerpo en apnea los siguientes 50 minutos, consiguiendo un record mundial que nadie va a poder corroborar. Termino mi examen un momento antes de que los dos tipos se vayan. Si me levanto ahora mismo me caigo desmayado. Mi cerebro necesita oxigeno puro, un nuevo sitio donde estudiar o que los alumnos que se están preparando el IELTS se duchan por lo menos una de cada cinco veces que piensan que lo deberían hacer.

Todavía tengo que mirar el reloj de mi iPhone para saber que si ahora son las 12:36 del mediodía en Adelaide, en España estáis durmiendo a pierna suelta, porque solo son las 03:06 am. Estudiantes del mundo: uníos y ducharos cuando vayáis a la biblioteca.

domingo, 30 de enero de 2011

24/01/11 Free Sunscreen in the City

Cada momento en la vida de una persona depende de que el “si” o el ”no” estén dichos en el momento oportuno. Nuestro descanso depende de que uno de los dos le diga que “no” al otro, en el momento fatídico de apagar el despertador.
Son las 9:30 am. Hemos dormido menos de 5 horas, tenemos una ligera percepción de resaca en nuestra cabeza y hay que decidir si nos vamos a repartir crema solar a la ciudad o seguimos durmiendo hasta que la cama nos eche a patadas por pesados.
“Vamos, pero en plan tranquilo”, dice Lorena.
“Cinco minutos más y me pongo el disfraz de Piolín, vale”, le contesto yo.
Doce minutos después el café deja el aroma perfecto en la cocina. Somos unos voluntarios concienciados en  dejar a los australianos empapados de Sunscreen Factor 30 +.
Termina el Tour Down Under en el mismo sitio que empezó hace una semana. El día parece que no se haya terminado de despertar del todo. Esta como nosotros, con los ojos medio cerrados. Es montarse en el coche y el bostezo de una nube deja al sol al desnudo. Ya no hay nada que nos tape de otra sesión de calor. El sol reparte 28 grados por cada parte de nuestro cuerpo y el coche llega a la calle más escondida de la ciudad, con la intención de que podamos aparcarlo sin tener que caminar demasiado hasta el parque donde está el stand del Council Cancer. 

Otra vez el bote de plástico, la gorra de pescador y la camiseta amarillo chillón. Es domingo por la mañana y tenemos Adelaide abierta para nosotros. Vamos a ser voluntarios con vocación de turistas. Visitar los parques de la ciudad por los que nunca podemos pasear, hacerle fotos a la catedral, contar los cisnes negros que no saben encontrar el camino de regreso a casa.
Hoy toca divertirse con la gente y eso es lo que hacemos. “Free Sunscreen, for the Council Cancer”, repetimos con nuestra mejor sonrisa. “Free Sunscreen, free sunscreen”.

Nos cruzamos con uno de los cámaras de televisión que se monta en las motos que siguen de cerca a los ciclistas. Lorena le pregunta si quiere “Free sunscreen”.
“Free Icecream”, pregunta intrigado el tipo.
“No, no, Sunscreen, no Icecream”, le dice Lorena. Pero si te apetece probarla como Icecream estás en tu derecho.
El tipo se marcha riendo por la confusión, y nuestra resaca se ha quedado en el poso del café.
Los australianos aprovechan cualquier evento para sacar sus sillas plegables de su garaje. Un mantel, tuppers llenos de comida, botellas de agua, vino o cervezas, buscan una sombra y se dedican a ver pasar la vida. Que hoy toca ciclistas, pues ciclistas. Que mañana son payasos de un circo ruso, pues payasos. Que viene la suegra y está un poco pachucha, pues se le sienta en una silla plegable, se le da una copa de vino Shiraz y que se recupere. Lo único que necesitan son sus sillas plegables y un poco de hierba para disfrutar del día.

Me apetece apostar con Lorena algún dinerillo. La selección de cerezas del otro día ha dejado mi bolsillo “repleto” (95 dólares) de dinero. Veo mi oportunidad en una pareja de seguridad que hay en un borde del parque.
“Veinte pavos si le preguntas al negro si quiere crema solar”, le digo a Lorena.
“No te pases. Ellos también se queman y necesitan crema”, me contesta con la firme intención de ganar los 20 dólares.
Se acerca a la pareja,  y sin ningún tipo de vergüenza  le pregunta a cada uno si quieren Free Sunscreen. El blanco quiere crema, pero el negro no. Yo pierdo 20 dólares y me quedo con cara de Piolín abatido.
“Doble o nada. Si vas ahora y le dices que él es quién más necesita la crema, que se va a quemar…”. Lorena no juega más. Me pide los 20 pavos y seguimos repartiendo buenos propósitos por la ciudad.

Los ciclistas están a punto de terminar la última etapa del Tour Down Under. Hemos repartido crema y hemos conseguido  alguno de los regalos que los coches de la organización van lanzado al público. Gorras, pelotas de plástico, pegatinas para el coche, abanicos, manzanas y corazones anti estrés, un cencerro rojo y un bidón para mi bici. Lo que viene siendo mierda que vamos a guardar en un cajón hasta que dentro de tres años, cuando tengamos que volvernos, lo tiremos todo a la basura porque no vale para nada. Pero estamos contentos y regresamos a casa con la conciencia tranquila. 

6.85 dólares, contando los 3 dólares que hemos puesto de nuestro bolsillo, eso es lo que hemos recaudado hoy. Una pena que la gente no de más dinero para éstas causas.

Son las 15:15 de la tarde cuando entra Lance Armstrong por la línea de meta. Esta es su última participación en una vuelta ciclista a nivel mundial. Dice que su próximo objetivo es el Ironman de Hawái. Si me presta una cuarta parte de lo que ha ganado por esta semana de trabajo, me voy con él a entrenar, Lorena deja la investigación y nos compramos una casa con piscina, barbacoa y un congelador repleto de Free Icecream.


sábado, 29 de enero de 2011

23/01/11 Barbacoa de 10 horas en Parafield Gardens (II)

¿Cuántas veces has visto en una película americana a un tipo sentado en un flotador gigante, con gorra de béisbol de medio  lado, bañador hortera hasta las rodillas y gafas de sol, bebiéndose una cerveza dentro en una piscina? La primera imagen al llegar a casa de Melanie y Tom fue esa. Dentro estaban también Jared, Rob y Tom.
“Os compráis los que queráis comer, os traéis lo que queráis beber y venís cuándo queráis: nada más”, nos dijo Melanie el día anterior, cuando le preguntamos qué teníamos que llevar a la barbacoa.
Pues eso, compramos pollo, tomate, champiñones, bacon, cervezas, helados, ginebra y tónica. Lo metimos todo en la nevera gigante que tienen en el jardín y nos sentamos a esperar al resto de invitados.
Luca tiene 9 meses pero por tamaño podría ser un niño de dos años. Jugamos con él antes de que Tom pusiese la red de voleibol en medio de la piscina. Mis ojos ya no se fijaban en el pequeño. Yo era ahora el niño que estaba deseando meterse en la piscina. Llega la pareja mohína. Ella se sienta. El chico retraído se mete en la piscina sin decir esta boca es mía y empieza el partido. Falta un jugador. Tom me pregunta  si quiero jugar con ellos. “Si quiero jugar, tío, no me apetece nada más en el mundo que jugar a lo que sea dentro de esa piscina”, pienso a la vez que le digo el “Yes” más sincero del día.
Tener una casa con jardín está bien. Muy bien. Pero tener una casa con jardín y  piscina, es superior. Nos pasamos un buen rato lanzándonos la pelota de una parte a otra de la red dentro de la piscina. 

El hambre se empieza a sentir en nuestros estómagos. Ya es hora de la barbacoa. Tom, que es un buen anfitrión se dedica a poner toda la carne en el asador. Yo me siento junto al DJ de la velada. Hablamos de música, que es el mejor tema que puedes sacar cuando tienes un buen nivel musical como el mío.
“¿Este grupo es australiano, no?”, le pregunto al DJ.
“No, man, éstos son norteamericanos, son los Chimpún in the Sky”, me dice el tipo.
“Ah”, contesto ignorante. La siguiente canción que suena es la mía. “Si, éstos sí que son aussie, ¿no?”, le digo ahora, pensando que el acento que se intuye en lo que cantan es australiano.
“Que va, son canadienses de Vancouver”, me contesta.
Me quedo planchado. Os juro que mi cultura musical era decente. Desde que hablé con el DJ ya no pienso lo mismo.
“Mira te voy a poner a un grupo australiano. Estos tocan Reggae haciendo cover de discos míticos. Este es el cover del “Dark Side of the Moon”…”
“De Pink Floyd”, le digo antes de que él acabe la frase, para que se dé cuenta de que sé de qué está hablando.
“Si, tío de los Floyd”, y claro, entonces se enciende el primer porro de la tarde.

No dejo de mirar a Tom y a Rob. Es increíble lo mal repartido que están a veces los genes familiares. Melanie no deja de estar pendiente de Luca. Regis y Celine se marchan a escuchar canciones infantiles en francés para que en su acento sigan patinando las erres. El DJ deja al grupo australiano que toca Reggae en el equipo de música y se marcha. La pareja mohína se ha marchado antes de que Tom le ponga petardos a las salchichas para hacerlas explotar. Más cosas de películas americanas en esta parte de South Australia. Maureen y Jared también se marchan a pasar la tarde con la hermana de él, pero luego volverán.
La comida está esparcida por la mesa del jardín. Las moscas que no se meten en mi boca, prefieren comerse los restos de carne que ha quedado. Luca se va a dormir a las siete de la tarde y no se despertará hasta las 6:30 de la mañana. Todo un campeón.

Es el tiempo de las Margaritas, del tequila, de los Gin Tonic sin pepino y de sentir que la cabeza está dando vueltas dentro de la música repetitiva del grupo australiano. Prefiero el original de los Pink Floyd y me encanta jugar a voleibol contra Lorena dentro de la piscina. No importa quién gana.
Regresan Jared y Maureen de comer en un restaurante griego. Llega la pareja que ha venido a beberse hasta los floreros y es relativamente fácil de entender de qué habla el chico. Sus frases están  construidas de tres palabras: una es “Man”, otra es “Fuck”y la que falta tiene que darle sentido a toda la frase. Intentad construir frases con esas tres palabras, él lo hace. El tipo es un genio de la gramática inglesa.

Es tiempo de fotos. Lorena ya no se acuerda de que no quería enseñar las fotos de nuestra boda y se las enseña a todos. Los chicos aguantan una carpeta de fotos. Las chicas siempre quieren más si se trata de fotos de boda.
“¡Qué guapa estabas, Lorena!”, le dicen todas. “No es que ahora no lo estés, pero…”, las risas de excusa y de exceso de alcohol en muchos se hace notorio. Es tarde. El reloj está a punto de dar la hora de la segunda zambullida en la piscina. La noche refresca, pero quien no aguante un poco de piscina a estas alturas del día no sabe lo que se pierde. Yo duro medio minuto dentro del agua. Estoy congelado y me salgo de la piscina como si dentro hubiese un tiburón a punto de comerme los pies.

Dibujos en la mesa para que quede constancia de la noche de nuestra primera barbacoa australiana. La última pareja se revuelca por el césped sin poderse aguantar de pie. El tipo solo dice dos palabras. “Fuck y man”. Ya no puede ni construir frases. Ella pide perdón y se va a dormir. Todos se van. Melanie baila canciones de Manu Chao. Lorena me dice que ya tenemos barbacoa y la vemos con la luz del iPhone.
50 dólares por la barbacoa antigua de Tom y Melanie. Una ganga.
Le faltan dos minutos a las 3 de la madrugada para que deje de existir por hoy. Todos se quedan a dormir en casa de Tom y Melanie. Nosotros solo tenemos 2.5 kilómetros de coche para llegar a casa. 

“Ha sido una barbacoa genial, muchas gracias por todo”, le decimos a Melanie. Que sigue escuchando esas canciones que son geniales para conducir; cuando el sol esta a punto de ponerse y nada en la vida es más importante que saberse cuál es la siguiente frase de la canción.
Un abrazo, dos besos y a dormir.

Eran, ¡las 4:30 de la madrugada!  y nos teníamos que levantar a las 9 de la mañana para hacer de voluntarios contra el Cáncer en el Tour Down Under. Hoy no quiero ni saber qué hora es en España. Nos vamos a dormir ya.

viernes, 28 de enero de 2011

22/01/11 Barbacoa de 10 horas: Los protagonistas

Puedes tener una ligera idea de cuándo va a empezar una barbacoa en Australia, pero nunca cuando va a terminar. Nuestra primera barbacoa con nativos australianos empezó a las 14:00 y no terminó hasta las 4 de la madrugada. De lo que recuerda mi memoria no me fio de la mitad, del resto, apunto una frase en mi libreta verde y dejo que las teclas que golpean mis dedos sean lo más fiables posibles. Hoy os cuento algo de los que estábamos allí.

Melanie y Tom:
Melanie tiene piscina y un hijo que se llama Lucas. Para ella eso es lo único que necesita en la vida. También tiene a Tom, un jardinero australiano que gana 100 mil dólares al año. Con ese salario, lo suficiente pasa a ser notable alto. Viven en Parafield Gardens, un pueblo que está a 2.5 kilómetros de distancia de nuestra casa según el GPS de mi iPhone. Tienen una pelota de voleibol y amigos para llenar su piscina.

Maureen y Jared:
Maureen decidió nacer en Irlanda porque sus padres no tenían mejor sitio a dónde ir. Ella quería viajar dentro de un avión más de 15 horas sin parar y decidió que la mejor opción era irse a hacer un doctorado a Australia. Llegó un fin de semana, conoció a Melanie y se fueron de marcha. Allí conocieron a dos australianos. Melanie se quedó con el guapo. Maureen empezó a hablar con el amigo simpático, de rastas, piercing y pinta de surfero de libro, cuando le dijo como se llamaba, ella le contestó: “Te llamas igual que mi actor favorito: Me encanta tu nombre”.
Jared es camionero y habla sonriendo con los ojos. Él no conoce el nombre de ningún actor que se llame como él. Además a él lo que realmente le  gusta es que sus amigos le llamen Monkey.

La Pareja Mohína:
El amor en Australia parece que va más rápido que en España. Vas al instituto y te fijas en el chico retraído de la penúltima fila. Sabes cómo se llama porque la profesora pasa lista cada día. Llega el día del baile. No queda más opción que el chico retraído. Ella se acerca y le invita a bailar. Él le dice que sí. Un año después se casan. Dos meses después te quedas embarazada y tu vida va a ser así el resto de tu vida. Estar embarazada, tener hijos y cambiarse de casa cada vez que les apetezca. Sigue siendo el chico retraído de la parte final de la piscina cuando jugamos a voleibol. Ella se quedará sentada dos horas en la misma silla sin decir nada. Se comerán tres alas de pollo, un trozo de ternera, decenas de patatas chips y beberán agua carbonatada. Luego se marcharan a casa y nadie sabrá quiénes eran ni cómo se llamaban.

Regis y Celine:
El acento francés cuando dices “all right” parece el sonido del motor de una Harley con el carburador sucio. Cada erre es un pistonazo arrojado al aire y cada vez que terminan una palabra  acompañan a  la última silaba con un movimiento afirmativo de su cabeza. Regis siempre lleva el pelo recogido con una cinta  negra en su cabeza. Llevaba un año y medio de doctorado cuando llegó Lorena, nada de lo que había hecho hasta entonces le servía. Desde que Lorena le está ayudando con su tesis, a Regis le  empieza a parecer que su tesis le han salido dos orejas, el ojo derecho y parte de la nariz..
A Celine le queda la mitad de 6 meses para acabar de escribir un paper  científico que llevarle a su jefe francés. Lleva calcetines a rayas, le gusta la opera, el cine iraní, el whisky a palo seco y si juega  en tu equipo de vóley-piscina tienes que explicarle cada vez que la pelota tiene que traspasar la red, no quedarse en tu parte del campo.

Rob, Gabor y el Dj que no sé cómo se llama:
Rob es el hermano de Tom. Si Tom podría ser actor de cine o modelo, porque es guapo, simpático, alto, con cuerpo atlético y es el prototipo de “tío bueno” aquí y en cualquier  parte del mundo. A Rob la genética le dejó en cierta medida cojo. Eso o sus padres tuvieron un mal día nueve meses antes de que naciese. De todas formas parece buen chico si consigues entender qué te dice cada vez que te intenta decir algo. Juega bien al voleibol y es buen amigo de sus amigos.
Gabor  es húngaro y está terminando un año de estudios tecnológicos en Australia. Está orgulloso de  su selección de fútbol del 1956, cuando jugaba Puskas y casi ganan un Mundial. Lleva la cabeza rapada y terminó la noche con el dibujo de un corazón, el símbolo de la mujer y los genitales masculinos dibujados en su calva.
El DJ es un amigo de Tom que está tan orgulloso de su país que no necesita irse a ningún sitio para saber qué cómo aquí no se vive en ningún sitio. Le encanta el Reggae y no se quitó las gafas de sol en ningún momento. Quiere reinventarse porque tiene 25 años y ya toca cambiar de planes en la vida. Ahora quiere tener su propia empresa y dejar que los jefes le digan qué tiene que hacer.


La pareja que llegó para emborracharse:
Los últimos en acoplarse a la fiesta llegaron para cenarse las botellas de alcohol. Creo que el chico se llamaba Mark y la chica se podría llamar Ginebra o Ron con Cola, porque arrasaron. Muy majos y jóvenes, terminaron dando tumbos por el jardín en busca de la piedra filosofal o de la orden de Fénix, o algo que tenía que ver con mi querido Harry Potter.

Me extendí demasiado en la presentación y creo que será mejor explicar qué pasó en la mega barbacoa de 10 horas mañana.

…Continuará…

jueves, 27 de enero de 2011

21/01/11 Moscas inside my head

Las moscas australianas se posan en mi cara para comerse los restos de piel muerta, beberse mi sudor y aprovechan cualquier momento de distracción para tocarme enormemente los cojones.
Son obesas y tienen cara de haberse levantado hace poco. A veces van en manada y otras son solitarias viajeras que buscan el sentido de la vida acercándose a tu cara, para ver si tu mirada de asco o una bofetada repentina, les haga pensar: “Creo que tengo que buscarme a otro al que molestar”
Si no les haces caso se pueden pasear por tu cara como si estuvieran dentro del salón de su casa. Son diurnas y viven en la basura, donde haya restos de comida y donde tengan a alguien a quien molestar.
A veces se mofan de ti y se pasean por tus ojos, por los agujeros de la nariz, entran en  tus oídos y se comen los restos de cera que puedas tener. Son un verdadero asco. Hoy una de esas moscas asquerosas se ha metido dentro de mi boca y ha decidido pasearse dentro de mi cabeza: esta es ha sido su aventura.



“La puta, me he metido dentro de la boca del colega este. Claro como no hacía nada con su cara, ni con las manos, joder pues me he ido liando y me he metido dentro. Creo que la he liado parda. Y ahora que le explico yo a La Puri. Si no le llevo nada de comer a los peques se me pone  como una moto. En fín, aprovechare para darme una vuelta por la cabeza de este tío. Joder, qué calor hace aquí dentro. Este es de los que tienen la temperatura corporal a 37 grados, por lo menos. Se estaba mejor en la calle, joder que calor. Tio, vaya caries que se te empieza a ver en esa muela. Suerte que tengo mi linterna manual, porque aqui dentro no se ve nada. Y el tipo que no abre la boca. Igual me doy una vuelta por otras partes de su cabeza. Vamos a ver un poco que estamos mirando, eh colega. Me piro a los ojos".
"Eh, vaya pibita que esta pasando por tu izquierda, macho, pero gira la cabeza. Joder, otro casado enamorado de su mujer que ni siquiera se fija en lo que hay por aqui. Paseando por la ciudad mirando los edificios. Menudo truño de tío. Uff, mira esa de allí, coleeegaaa, estamos tontos o que? El tipo esta paseando por la ciudad mirando edificios, cartelitos de conciertos de grupos que nadie conoce... Teniía que haberme ido con aquel viejete de la esquina, parecia mas enrollado que tu. Colega, y donde coño vamos ahora. ¡La State Library! No me jodas, un estudieta que se va a pasar las horas delante de una pantalla de ordenador intentando aprender algo de ingles. Tío, con lo fácil que es aprender el inglés. Mezclate con la people. Mixing. Do you know, man? What’s your problem, oh man!"



"Y sigue sin abrir la boca, es que ni te has dado cuenta que estoy dentro de tu cabeza, colega. Eoo, ¿hay alguien ahí? Esto está lleno de viejurris mirando la pantalla del ordenador. Pero qué coño deben estar mirando. Su correo electrónico, tío, estos viejunos no saben qué es eso. Y mira  a los chinurris, en manada, como hormigas, paseándose por la biblioteca con su pinta de buena gente. Oh, man, me estoy aburriendo. Me aburro. Otra página del puto examen del IELTS. La respuesta correcta es la  B. Tío, la A no, la B. Menudo zoquete. Eooo, me quiero pirar de aquí. Me estas rallando con tanta gramática. Si no sirve de nada. Mixing, talking with the churris in the Street. Tío, me quiero pirar de aquí. Abre la puta boca. La caries. Eso voy a por la caries, salto encima de ella y con el dolor, vas a abrir la boca como si estuvieras en el dentista. Toma, toma, en el puto centro del agujero negro. No tío, con el dedo no te toques que me vas a aplastar. Colega, colega...ahh”



Mi boca tiene hoy un extraño sabor metálico. Algo extraño me ha debido suceder. Cuatro horas estudiando inglés en la State Library con la boca cerrada hace que su sabor no sea el más agradable del mundo. Mejor me como un chicle de menta y sigo mas tarde en casa.

Son las 14:47 en la State Library de Adelaide, en España son las  5:17 am, es demasiado temprano para despertar a nadie y desearle un feliz cumpleaños. Aunque sé que esto saldrá mas tarde,  hoy my brother cumple 31 añazos. Felicidades y mucha salud brother, que ya empezamos a estar viejunos.

miércoles, 26 de enero de 2011

20/01/11 Todos los chinos comen arroz

Dejar el apartamento de la ciudad ha supuesto para mí, la pérdida del microondas donde calentaba mi comida cada vez que bajaba a la ciudad. Ahora toca buscar un microondas por la ciudad y utilizarlo sin parecer un tipo raro. No me veo llegando a un sitio, entrar sonriendo y preguntarle a la secretaria de turno:
“Perdona maja, la sala del microondas, por donde anda”.
Sería raro y todavía no tengo mi inglés demasiado controlado como para hacerlo. Pero no voy a tener que sufrir demasiado. Hay un sitio en donde mi presencia no va a suponer ninguna mirada extraña: soy estudiante  de primera, y los estudiantes de verdad van a la Universidad.
La primera universidad a la que me apetece ir es a la Facultad de Ciencias de UniSA Campus West Center City. El nombre engaña. Es un edificio pequeño con el que estoy familiarizado, porque allí hice un examen  para entrar a un curso de inglés gratuito al que nunca me dejaron ir.

Llego a la zona donde parece que esta la sala de estudiantes. El olor a arroz  y comida china es insoportable. La sala de estudiantes de la Facultad de Ciencias está llena de chinos que comen arroz.
Saco mi bolsa con el tupper, destapo la tapa, lo meto en el microondas y dos minutos después, a potencia alta, saco el pollo y las patatas completamente ardiendo. La cola para calentar la comida se ha llenado de repente. Están los chinos comiendo arroz en la sala, y detrás de mi se han colocado diez chinos mas con su tupper de arroz esperando para calentarlo.
Saco el tupper quemándome los dedos, pero disimulo para demostrar que a mí el fuego en los dedos no me hace nada. La china que está sentada en la misma mesa que yo, me sonríe. Creo que lo hace porque se ha dado cuenta de que me he quemado y en mi cara se adivina una mueca estúpida, mezcla de sonrisa y de “me cago en mis muertos que tengo los dedos abrasados”. Dejo el tupper y me soplo los dedos sin disimular. El resto de chinos empiezan a meter sus tuppers de arroz en el microondas. Estoy por decirles que no se pasen de minuto y medio, que con dos minutos la comida queda carbonizada.

Mientras dejo que mi comida se enfríe un poco, mirando a mis compañeros de almuerzo, me viene a la cabeza una pregunta genial que me hizo anoche Lorena:
“Y cuando dos asiáticos que no se conocen de nada, y quieren quedar en una cita a ciegas, que se explican , algo así como: soy bajito, con el pelo negro y liso y tengo los ojos rasgados”. Los que están comiendo conmigo son todos exactamente así. 

Ya puedo comerme mi pollo con patatas. Cuando le doy el primer mordisco, se sientan en mi mesa un pareja que trae para comer: arroz, y una especie de carne o albondigas que huele a podrida. Pero mal. Del rollo feo. Y encima de postre tienen cerezas.
La cara del chico en cada mordisco a la carne es un poema. Yo estoy por levantarme y salir a vomitar, pero aguanto porque tengo hambre y tengo que ir a la State Library a estudiar para el IELTS Test. El chico sabe que la carne esta mala, pero le dice a su novia algo así como “que rica te salió hoy el arroz con carne, mi vida”, y sufre como nunca he visto a un hombre sufrir por amor.

Como tengo la suerte de comer rápido, me termino el pollo con patatas, y hasta mi manzana de postre, cuando el chico todavía no ha vomitado. En ese tiempo, otra chica (china) se ha pasado los diez minutos que llevo en la sala calentando su tupper de arroz.
“Lo debe estar fulminando al pobre arroz", pienso mientras recojo mis cosas de la sala de estudiantes en donde he ido a comer. La sala tiene el mismo número de chinos que cuando llegue. Se han ido 10 o 12 y han entrado el mismo número. Los chinos comen arroz muy rápido y la chica que lo ha calentado durante 10 minutos, se lo traga como si fuera un gazpacho fresquito en medio de la Feria de Abril.

Cuando me levanto de mi silla para irme, todos me miran. Debo de ser la atracción turística del día. No deben estar acostumbrados a ver a alguien que no come arroz. Por un momento me da por pensar que alguno de los chinos me va a lanzar un grano de arroz para que yo me lo coma al vuelo. Como si estuviese en un circo. Nadie se atreve a hacerlo y les deseo a todos que tengan un “nice day”. Soy un occidental que no come arroz. Ellos me han demostrado que el arroz es la parte más importante en la dieta de los chinos.

Son las 13:30 del mediodía cuando salgo de UniSA para irme a la State Library a estudiar inglés. Las yemas de mis dedos todavía me duelen. Deben ser las 11:00 de la mañana en Beijing, cuando cualquier ama de casa debe estar pensando que va a hacer hoy de comer...